Ross Macdonald: La mueca de marfil ( y 5). Crítica

En La mueca de marfil, Archer trabaja por el dinero pero sobre todo para ayudar a dos inocentes. Hay varios asesinatos, él entra en el caso engañado y poco a poco va descubriendo los motivos: las pasiones humanas que nos hacen débiles ante el dinero, el poder, y también ante nuestras propias, inconfesadas debilidades. Porque de eso se trata también en las novelas de Macdonald: de saber más sobre hombres duros pero también sobre hombres aparentemente blandos, autocompasivos, que no salen de sí mismos sino para causar mal. El asesino es a veces un tipo bueno que se defiende, puede ser un tipo que nunca planeó asesinar, incluso puede ser un hombre piadoso que no acepta que se pongan en duda públicamente sus íntimas debilidades, sus zozobras secretas, sus amores fracasados.
Archer investiga con el tiempo a su favor, sabiendo que maneja las horas y que inexorablemente los errores de los asesinos le llevarán hasta la verdad. Por eso hace muchas preguntas, por eso habla con todos los implicados, por eso remueve y espera y luego salta, corre. Macdonald llena la narración en primera persona del detective Lew Archer de un lirismo genuino, que aproxima la historia al teatro griego y a su concepto de la tragedia. Con muchas comparaciones iluminadoras, con descripciones que alumbran y personajes que se mueven como en un decorado móvil lleno de luces de las que nunca pueden escapar, esta novela no se apunta al jeroglífico policíaco sino al camino de la indagación freudiana, recorre sendas llenas de pulsiones y deseos y miedos y actos que justifican, tapan o determinan para siempre. Porque el pasado es fundamental en las obras protagonizadas por Archer: está acechando, como un animal dañino, al borde de la vía por la que se mueven en el presente los personajes, acechando porque está lleno de maldad y de hechos que cuando se descubran obligarán a crear más maldad, más muerte, más dolor.
La mueca de marfil es una de las grandes obras de la literatura negra, un clásico que tiene todos los ingredientes de lo que llamamos la época clásica: un detective, asesinatos, asesinos por descubrir, bellas mujeres malas, almas inocentes encarnadas en muchachas que padecen siendo nobles y buenas. Y es un clásico porque, además de tener los ingredientes necesarios, Macdonald aporta una mirada única, una intensidad inigualable y una creatividad digna de un estilista mayor, que se traduce en un texto plagado de aciertos y de imágenes inolvidables. Y una sensación persistente de que estamos leyendo una novela, de que es ficción, pero nos toca, nos cosquillea, nos hace ver cosas de nosotros mismos de cuya existencia no siempre nos sentimos orgullosos.

Ross Macdonald: La mueca de marfil (4). Enfermedades psicosomáticas

Si la importancia de Chandler estriba en su mirada crítica y romántica hacia una sociedad en la que el capitalismo negaba la posibilidad del romanticismo y la fraternidad, la de Ross Macdonald es innegable en su análisis profundo del ser humano, en su mirada en la que no falta el análisis dimanado de las teorías y preocupaciones freudianas, de tal manera que lo que se nos muestra es una inmersión en las causas y motivos que llevan a las personas a huir, ocultarse, morir. Lew Archer es un personaje creado para indagar, para hacer que las ideas se confronten. Si Chandler es importante en la literatura del siglo XX, no menos necesario es Macdonald, que en posteriores novelas abordó temas como el dinero negro, la quema de bosques, los vertidos de petróleo en el mar. La diferencia en la valoración general de uno y otro -Macdonald escribe mejor que Chandler, tiene un instinto social y de denuncia más pronunciado que el de Chandler- acaso sea debida a que muchos escritores han seguido la línea romántica de Chandler, se han quedado en la superficie de sus logros y los han imitado -idolatrando, creando ídolos, figuras - porque son aparentemente más literarios, son más aceptados y mejor vistos gracias al romanticismo que destilan. En cambio, Macdonald es más difícilmente clasificable y etiquetable, sus novelas apuntan más hacia adentro y requieren imitadores más dotados para el buceo psicológico y el inconformismo social. Macdonald no es un romántico, Lew Archer no es un romántico, porque en un mundo lleno de abusos, de trampas económicas, de engaños interesados, de falsedades cómplices y desengaños que desembocan en el cinismo o la autodestrucción no se puede ser romántico. Chandler está etiquetado, puesto en un anaquel. Macdonald, aún por descubrirse en sus mayores logros, sigue suelto, incordiando, regalando meditaciones como ésta, escrita en los Estados Unidos en 1952:


-Yo no diría nervios- Benning cobraba nuevas dimensiones a la luz de sus conocimientos superiores-. La personalidad total es la causa de los males psicosomáticos. En nuestra sociedad, un negro, en especial una negra con buena preparación, como la señorita Champion, está sujeto frecuentemente a frustraciones que pueden conducir a la neurosis. Una personalidad fuerte convertirá a veces la neurosis incipiente en síntomas físicos. Lo planteo crudamente, pero es el caso de la señorita Champion. Se sentía oprimida por su vida, por así decirlo, y su frustración se expresaba en una opresión abdominal.


Los negros y su frustraciones, en esa época, defendidos por un blanco del sur. Valiente, comprometido, un autor digno de los mayores elogios.