Martín Kohan: Fuera de lugar




Fuera de lugar transcurre en geografías diversas: la precordillera, el litoral, el conurbano, los remotos países del Este, una frontera. Y también en Internet, el espacio de todos los espacios. Claro que los personajes que se mueven de un lugar a otro, los que parten y se aventuran, no van a quedar por eso más cerca de la verdad que aquellos que se quedan siempre fijos en un mismo punto. Y eso porque la lógica que se impone en Fuera de lugar no es otra que la del desvío. El desvío: ya sea en las perversiones de las fotos con niños que se narran en el comienzo, ya sea en el viaje en extravío que se narra en el final.
¿Qué es lo fuera de lugar en Fuera de lugar? En parte lo es la aberración: eso que no debería suceder y, sin embargo, sucede. En parte lo es la descolocación: el modo fatal en que se desorientan y se pierden aquellos que más seguros se sienten de estar siguiendo las pistas correctas. Y en parte lo es la forma en que Martín Kohan dispone la trama policial de esta novela: hay actos y hay huellas, hay hechos y hay consecuencias; pero las huellas y las consecuencias aparecen siempre en un sitio diferente del sitio donde se supondría, donde se esperaría, donde se las va a buscar.
«Don para hilar diálogos absolutamente naturales. Kohan escribe con una elegante ligereza, con gran atención al ritmo. Lo suyo es la palabra medida, certera. Impecable escritura» (Ernesto Calabuig, El Mundo).
«Prosa hipnótica. Un escritor dueño de un universo literario y de un estilo propio; un escritor de incuestionable firmeza» (Ricardo Baixeras, El Periódico).
«Un escritor llegado al puerto seguro del talento» (Ricardo Menéndez Salmón).
«Rendido a sus pies, señor Kohan» (Carlos Zanón,Avui).


Edita:  ANAGRAMA

Andreu Martín: La violencia justa

   


   No acierta Andreu Martín con esta novela pues la alarga en exceso, la llena de demasiada acción al final entorpeciendo el buen trabajo psicológico previo y convirtiéndola en algo cercano a lo inverosímil y lo peliculero, con lo que tira por tierra todo cuanto de matizado, bien meditado y noblemente realista había en el punto de partida: la historia de una mujer maltratada que busca venganza y la de un expolicía ante un caso importante de tráfico de niños. Resolverlo todo por la fuerza ciega la conseguida apuesta por las dos voces narrativas -lo mejor del libro-, el buen uso de las diferenciaciones de carácter y de lenguaje, así como el bien calcualdo ritmo con que se acercan el hombre y la mujer y establecen sus primeros vínculos. No es una mala novela negra, sino una novela que se empeñó en culminar a lo estruendoso en lo negro y olvidó lo demás como atraída por un brillo cegador.