Didier Daeninckx: El gigante inacabado (y 3). Crítica


Supongo que es inevitable, a estas alturas, creer que nada puede hacerse para cambiar las cosas. En nuestras sociedades está todo asentado sin remedio, podríamos decir, lo importante es inamovible, lo que tiene peso no puede alzarse para mirar debajo, la corrupción forma parte del sistema y nadie le puede tocar un pelo a quien está en las alturas. La novela negra nos habla de eso, nos llena de súbitas alegrías que desaparecen como el arco iris, que tienen su belleza momentánea, su grandeza, y que se desvanecen como si nunca hubieran existido.
"El gigante inacabado" es una gran novela negra, una de las que hay que buscar y leer para saber por qué este género es tan necesario, por qué nos habla tan certeramente del ser humano, por qué tiene tanto que ver con la tragedia y con Shakespeare cuando llega a las cotas más altas de calidad y sinceridad.
Didier Daeninckx, un escritor con oficio, recomendable para cualquier lector, cuenta en esta novela la historia de un inspector de provincias que se mete donde no le llaman, que investiga por su cuenta atraído por las personas implicadas en un caso cerrado. En su cabeza ha quedado la imagen de una mujer muerta, de un enamorado que se vuelve catátonico ante el cuerpo sin vida de su amada, que se suicida y se echa la culpa de todo porque quizá así se sienta más cerca de la persona que se fue y a la que siempre quiso volver: ahora, en la eternidad, quién nos asegura que no será así, pienso al terminar de leer este libro lleno de poderosas imágenes. Y es que el amor es la base de esta historia, es su detonante, es el hilo invisible que lo guía todo, aunque parezca raro en una novela negra. El propio inspector añora los días pasados con una mujer con la que no llegó a entenderse bien, a la que recuerda en breves instantes atenazados, que parecen ahogarle. "El gigante inacabado" es una novela que nos acerca a vidas en fuga, con recuerdos en fuga, con deseos en fuga.
Por supuesto, el lector de género hallará aquí la emoción deseada, estará dentro de escenas de acción, oirá disparos y confesiones. Pero Daeninckx nunca traiciona la verosimilitud, nunca defrauda a la autenticidad, jamás desdeña el realismo y lo que se ve y se vive cuando se es un escritor despierto. La intensidad de lo narrado, la sinceridad, la habilidad para no incurrir en lo ya visto ni en lo monótono sitúan a este autor entre los más destacados de la novela negra. Y estoy seguro de que no le fallará a ninguna sensibilidad lectora que busque algo más que tiros y detectives. El inspector Cadin, mucho más interesante que los Wallander, Brunetti y compañía, es una creación profunda y viva, creíble, tan bien perfilada y expuesta como cualquier personaje de la mejor tradición literaria, con colores y sin colores. La prosa no tiene nada que envidiarle a ninguna otra. La concreción es ejemplar. Y el libro es, en definitiva, de esos que crecen en el recuerdo y dan ganas de poner en la estantería reservada a los libros que queremos releer dentro de algún tiempo.