Peter May: Entry Island

   


   Novela que narra hechos acontecidos en dos épocas muy distanciadas en la vida de dos personas y sus descendientes y que tiene logros también muy distanciados, ya que la historia del pasado es muy superior a la del presente, muy típica y previsible en todo momento esta, quizá porque se acude demasiado a lo fácil de una investigación policial y a una resolución no menos elemental con motivación que aunque no rompe con la importancia de los temas del libro sí aparece digamos que demasiado socorrida. El problema de estos libros es que hay detrás escritores con cosas que decir y con un talento notable para decirlo pero apuestan por la fórmula del best seller y de lo ya sabido y de lo ya visto sin apenas esforzarse en doblar recodos o en narrar de manera directa, sin suspenses endebles y sin investigaciones que todo deben aclararlo en un simple desenmascaramiento de tres páginas y treinta líneas de guión. La historia de los expulsados, de los desterrados, contada con ojos muy abiertos y ciñéndose a la verdad de lo que sufrieron las personas y la emoción de sus viajes y sus cuitas en un nuevo mundo habría servido para cosechar una gran aceptación y una valoración más que notable. Pero al envolverlo todo en la trama criminal tan típica el libro queda desequilibrado y roto, como descosido y con un punto grande de fuga por el que huye todo lo que pudo haber sido y no fue al entregarse tan claramente al folletín y al recurso tan manido de la casualidad develadora. Parece el sino de nuestro tiempo: buenos artistas que no miman su talento y solo buscan la aceptación a través del éxito fácil e inmediato. Insisto: la novela no resistirá así el embate de las series de televisión, en las que se narran muy bien novelas en capítulos de 50 minutos. Es necesario entretener y captar la atención con otras artes. Transitar el mismo camino solo llevará al colapso y a una vía sin salida, al aburrimiento y a la derrota. Mírese hacia el pasado, véase la tradición, recupérese lo mejor del arte de novelar y se verá que aún está muy vivo este género. 

Gustavo Malajovich: El jardín de bronce

 


   Novela que tiene detrás la mano hábil de un buen guionista, está además bien escrita en general -por una mano que no desdeña lo habitual en el thriller comercial pero permanece atenta a la oportuna utilización y buen uso de la literatura de calidad como en muy pocos best sellers hallaremos- y supone el comienzo de una saga que promete ser una referencia en su marco, el de la novela de intriga. Las historias de desapariciones poco pueden sorprendernos ya, pero esta lo hace porque el autor crea a un personaje poderoso y creíble que no es policía, sino un ciudadano común cuya hija ha desaparecido y decide buscarla al margen del ineficaz trabajo de la policía. Esto lo sitúa en una perspectiva muy diferente a la conocida en series y películas, casi siempre vistas desde los ojos de los investigadores con placa, y al espectador lo ayuda a comprender mejor y a escapar de lo predecible. Como entretenimiento, es un libro insuperable. Pero además nos servirá para meditar sobre el dolor solitario, la pérdida y el secreto, el amor incurable y la imposibilidad de saber más allá de donde la realidad alza barreras creadas por los sentimientos rotos. La prosa es buena, casi notable, y los trucos no empañan el acierto de las imágenes más definidas, como la de esa niña que antes de desaparecer ha perdido un muñeco o la de los viajes por lugares que pueden ahogar a un hombre que no esté muy despierto. Y, por último, me parece entrañable el detective privado desmitificador y noble que acompaña al padre herido durante las pesquisas: es el mejor personaje del libro.