John Le Carré: Nuestro juego (1). Espías jubilados




Un profesor de universidad -Larry Pettifer- y antiguo espía ha desaparecido. La policía anda tras su pista. Dos agentes van a hablar con uno de los amigos del profesor, Timothy Cranmer, que miente en cuanto les dice, ya que también fue espía. Es este personaje el que narra la historia. Y, con el talento habitual en la novelas de Le Carré, gran escritor más allá de cualquier tipo de clasificación, mientras le interrogan, recuerda Cranmer algunos momentos vividos con Pettifer, uno sobre todo de los que no abundan en las novelas de espías. Porque la imagen del espía es casi siempre -deuda televisiva- la del tipo rápido, sagaz y oscuro. Nunca nos lo imaginamos viejo. Como tampoco se lo imagina el propio servicio secreto. A Cranmer le comunicaron que debía informar a Pettifer de que lo retiraban y lo colocaban en una universidad. Y Cranmer tuvo que cumplir con su obligación. Pettifer quiso oponerse: "No quiero un refugio seguro. Nunca lo he querido. Al diablo con los refugios seguros. Lo mismo que con las estasis, los profesores, las pensiones indicadas y con salir a lavar el coche los domingos. Y también al diablo contigo." Pero las órdenes son las órdenes. Y Cranmer las transmite sin dejar lugar a más objeciones, aunque en verdad no demuestra lo que piensa: "Sin embargo, tengo un nudo en la garganta, no puedo negarlo. Apoyaría una mano en su hombro, tembloroso y caliente a causa del sudor, pero el contacto físico no es natural entre nosotros." Tantos años trabajando juntos, tanto fingimiento que marca la vida. La vida que te abandona y te jubila y te aleja de tu vida elegida y te deja a merced de una universidad, de unos alumnos, de un refugio seguro nunca pedido y que sólo puede ser semejante a una tumba. Así se siente este espía jubilado.