Sue Grafton: N de nudo ( y 3 )

Kinsey no es una detective que lo sabe todo y se pasea por la escena del crimen como si hiciera deporte. No duda en llegar al fondo de los asuntos que le encargan investigar y arriesga su vida porque no quiere tener miedos acumulados. Se mueve sola porque no soporta la compañía de nadie durante más de un par de semanas. Aunque tiene una pistola de un calibre más respetable, prefiere llevar consigo una del calibre 32. kinsey tiene debilidades y las muestra, porque nos lleva con ella sin apartarse, sin ocultarnos nada, hablándonos con confianza, aunque también con mesura. Se fija en los paisajes cuando conduce su coche y come mal y lo reconoce. Hace muchas preguntas y obtiene muchas respuestas, quizá porque nadie la ve como una estirada ni se imagina que va a utilizar la información para otra cosa que no sean fines puramente profesionales. No se regodea, no se jacta de ser buena, no trata de destacarse aunque nos habla en primera persona y sabe que estamos atentos a sus palabras, muy atentos, y que no nos cansamos de seguirla en sus investigaciones. Kinsey vuelve a su pequeña casita, habla con su casero y duerme de un tirón pensando en que ha de despertarse pronto y salir a hacer footing, no para alardear de buen tipo, sino para poder correr y escapar si se ve metida en una situación peligrosa. Concluye la novela y seguimos viéndola sola, entera y firme en sus convicciones, la vemos subir en su coche y dirigirse a la ciudad y sabemos que piensa en los nudos que ahogan, no en los corredizos sino en los sentimentales, los que pueden provocar un infarto y matar. Se compadece de quien ha sido víctima de uno de esos nudos pero no vuelve la vista atrás cuando entra en la autopista y las nubes empiezan a disiparse y el camino se hace más claro, más cálido, más conocido. Seguramente se parará a desayunar o a comer en algún restaurante de carretera y si nos cruzamos con ella no la miraremos dos veces, pasará a nuestro lado, saldrá fuera y volverá a su coche. Tiene treinta y cinco años y volveremos a saber de ella cuando un cliente la reclame, le proponga un caso y ella investigue y llegue a su conclusión. Investigadora privada, sí, dice sonriente al hombre al que quiere hacerle dos o tres preguntas. Es de nuevo la pequeña Kinsey, llena de dudas, sembradora de preguntas.