La muerte del ministro lleva a pensar que acaso haya otra guerra mundial. La gente teme y se prepara y el asesino vaga detrás del hombre que le pagó por cometer el asesinato, ya que le dio dinero robado y marcado y la policía le persigue en cuanto utiliza los primeros billetes. Casualmente, se vale de una muchacha que resulta ser la novia del policía a cargo del caso, que no sabe que la va a matar y cuando escapa no le delata y, además, se involucra por su cuenta en el caso y va a caer en las manos del hombre que contrató al asesino, que es en realidad sólo un intermediario. Hay un momento, mientras sale el tren, en que vemos a través de los ojos de Raven, el asesino: " No pudo encontrar asiento, pero se quedó en el pasillo oprimiendo el rostro contra una ventanilla para ocultar su labio, mientras veía cómo Londres quedaba atrás: una caseta de guardagujas iluminada hasta el punto de hacer distinguible el jarro de chocolate hirviendo sobre la estufa, un disco luminoso en el momento de volverse verde, una larga serie de casas ahumadas empinándose hacia el cielo frío y sucio. Seguía mirando porque no tenía otra manera de ocultar su deformidad [la del labio], pero lo hacía también como un hombre que contempla algo que ama y está fuera de su alcance." Desde dentro de la mirada de un asesino que es, también, un hombre cualquiera más, con miedos, dudas, añoranzas.