Me muero yo también con Updike


Uno no puede llorar porque muera un escritor, alguien a quien no ha visto nunca. Pero creedme si os digo que tengo un nudo en la garganta y ganas de llorar. Se muere con John Updike también algo de mí, porque en un tiempo yo quise ser John Updike, como él o él, qué más da. Quise escribir como él escribía, ser incisivo, corrosivo, tener un ojo en lo real y otro en lo imaginado, quise sentir una enorme libertad trabajando, aunque sin perder de vista jamás la estructura de mi labor, de la novela.
Siento que se muere una parte de nuestras vidas también. Se van yendo los escritores verdaderamente importantes y decisivos, los que daban ganas de escribir mientras estábamos metidos en sus páginas, los que creaban vocaciones y formas de mirar el mundo, el arte, todo. Nos quedamos sin referentes.
En fin. Es así. Todo tiene su plazo, su vigencia, su actualidad y su finalidad. Tomadme por pesimista, pero creo que con Updike el género se muere también un poco, nos quedamos sin uno de sus pilares. Y me temo que apenas hay continuadores. La novela anda algo enferma, algo desasistida, de alguna manera eso que llaman su crisis es un estado y un síntoma irrebatible. Queda la obra de Updike, pero se va con él una parte del futuro, que ya nunca será, nunca existirá. La novela vale cada vez menos fuera del interés por el entretenimiento, por ganar dinero, por ser alguien como artista. Los auténticos creadores no tienen apenas voz, los escritores originales desertan o no encuentran la posibilidad de llegar al público general y la novela se enroca, se repite, se ahoga en aguas estancadas. Qué mala noticia que nos deje Updike. La novela, ese género amado, nunca se recuperará.


Foto: Getty/Hulton archive

Graham Greene: "Una pistola en venta" (2). Dejar Londres.


La muerte del ministro lleva a pensar que acaso haya otra guerra mundial. La gente teme y se prepara y el asesino vaga detrás del hombre que le pagó por cometer el asesinato, ya que le dio dinero robado y marcado y la policía le persigue en cuanto utiliza los primeros billetes. Casualmente, se vale de una muchacha que resulta ser la novia del policía a cargo del caso, que no sabe que la va a matar y cuando escapa no le delata y, además, se involucra por su cuenta en el caso y va a caer en las manos del hombre que contrató al asesino, que es en realidad sólo un intermediario. Hay un momento, mientras sale el tren, en que vemos a través de los ojos de Raven, el asesino: " No pudo encontrar asiento, pero se quedó en el pasillo oprimiendo el rostro contra una ventanilla para ocultar su labio, mientras veía cómo Londres quedaba atrás: una caseta de guardagujas iluminada hasta el punto de hacer distinguible el jarro de chocolate hirviendo sobre la estufa, un disco luminoso en el momento de volverse verde, una larga serie de casas ahumadas empinándose hacia el cielo frío y sucio. Seguía mirando porque no tenía otra manera de ocultar su deformidad [la del labio], pero lo hacía también como un hombre que contempla algo que ama y está fuera de su alcance." Desde dentro de la mirada de un asesino que es, también, un hombre cualquiera más, con miedos, dudas, añoranzas.

Clarice Baricco / Graciela Barrera


Hay muchos blogs en la red. A veces uno corre por sus letras. A veces uno entra y sale y no se ha mojado, no le han mojado las letras ni las imágenes que hay en ellos. La literatura, la fotografía tienen estas cosas.
Los blogs nacen, crecen en tamaño y a veces mueren y no dejan nada detrás. Nada vivo, quiero decir. Suman cantidad y hasta calidad pero no conmueven, no arrastran.
Hace algún tiempo entré en el blog Las palabras son mis ojos y hallé letras que me engancharon como una corriente de agua y tiraron de mí. Es un lugar en el que uno entra y siempre sale con algo nuevo, siempre sale con un regalo debajo del brazo. Uno sale de él más vivo. Pocos blogs como éste han crecido tanto, han madurado tanto, han ido a más de una manera tan clara y efectiva.
Hablen de música, de fotos, de libros, de recuerdos personales o sirvan de homenaje a artistas muy bien elegidos, los escritos de Graciela Barrera siempre ofrecen verdad y destilan honda sensibilidad humana. Si la admiro tanto es porque creo que hace un uso del blog como pocos: sencillo y directo, cuaderno y lugar de creación, apto siempre para la relectura, amigos, lo que menos se hace/consigue en un blog.
No caducan sus escritos, no caducará este blog lleno de cosas hermosas y necesarias. Mi homenaje es para las letras, para las imágenes y, ante todo, para la persona que las comparte en el blog que más aprecio de la red, que más he visitado y visitaré.
No podía dejar para mañana decirlo aquí.