Dashiell Hammett: Ciudad de pesadilla

 


   Hammett escribe negro, sí, pero además escribe para denunciar, para señalar los males del sistema capitalista, y no es pacato ni temeroso: como su prosa, sus historias son directas y duras, van a la raíz de los problemas y, entre disparos y puñetazos, claman por un mundo más justo y más cierto. Buen ejemplo de lo dicho es este largo relato, que empieza con dos personajes desamparados y desubicados y que acaba con esos mismos personajes plenos de respuestas y ahítos de imágenes saturadas de violencia que han visto y protagonizado. Pero nada es gratuito en el relato, porque cada escena de violencia tiene un sentido claro, cada disparo es un grito que rompe contra un espacio delimitado por una barrera de mentira, manipulación y odio. Si Chandler paseaba a su detective inmortal por lugares que necesitaban una urgente regeneración, los personajes de Hammett se hunden en auténticos infiernos, en lugares que ya no pueden ser limpiados si no es tras una destrucción exhaustiva. El pecado moral bulle pletórico, la corrupción es el nombre sobre el que sostienen su mentira las instituciones, los hombres son fieras que no ocultan su afán depredador. Quizá por eso es tan necesario volver ahora a Hammett, en estos tiempos de grandes mentiras y de estafas llamadas crisis, para entender que no hay salida para la gran farsa del capitalismo y de quienes lo defienden, lo alientan, lo muestran como la única verdad, el fin último de todo. Hammett, hace mucho, pronosticó y dio su veredicto. Y sus libros son ahora tan útiles para vivir como una mente despierta y unas ideas imborrables con que seguir adelante.