Dennis Lehane: Desapareció una noche (Gone, Baby, gone)


Una gran ventaja de los escritores estadounidenses sobre el resto es que plasman lo que quieren decir, lo vuelven enteramente narrativo: imágenes, personaje, paisaje que habla y comunica. En el viejo mundo adoramos la palabra, los juegos de palabras, y amamos los estilos elaborados, exhibicionistas, muy personales y hasta a veces ególatras, diferenciadores siempre. Quizá por la profesionalidad, quizá por Scott Fitzgerald y Hemingway y Dos Passos y Chandler, los escritores estadounidenses tienden a ejemplificar, a llenar su obras de lugares y seres reconocibles, de realidades podríamos decir que más palpables.
Esta novela narra la historia de una niña de cuatro años que ha desaparecido y los trabajos de la policía y de dos detectives privados para hallarla. En primera persona- la voz de un detective que está cerca del Marlowe de Chandler pero que también sabe expresarse por sí mismo y hablar de su tiempo, el actual, con los giros y las expresiones del momento y que, además, describe muy bien y es certero en las caracterizaciones psicológicas, creo que gracias al Hemingway de los mejores relatos-, con la furia necesaria y la tranquilidad precisa, se nos presentan las escenas que no sólo siguen el recorrido de la investigación sino, como ocurre con los escritores que saben utilizar los mejores elementos del género, también el recorrido vital y social de la niña desaparecida, de sus familiares y de sus vecinos. Lehane no escribe únicamente para el devoto de la novela negra, o quizá no lo trata como a un simple lector de obras de entretenimiento.
Hay una escena que me llama la atención, que justifica esta entrada y lo que apunto en el primer párrafo. Los dos detectives privados -hombre y mujer, además pareja- hablan con la entrenadora de béisbol de Amanda, la niña desaparecida, mientras presencian un partido. La entrenadora les señala a una niña que es como Amanda, introvertida y triste, que se queda sola en una interrupción del partido escarbando en el campo con una piedra en tanto el grueso de los participantes se arremolina en una algarabía propia de los enfrentamientos deportivos. Y a la pregunta de "¿Tan tímida es?", hecha por el detective, la entrenadora deja caer una respuesta que preocupa y golpea: "Sí, y eso no es todo... Hay mucho más. Ni siquiera le interesa lo que suele interesarles a los niños de su edad. No es que esté triste del todo, pero nunca está contenta tampoco, ¿comprenden?" Y así nos pone Lehane ante uno de los problemas verdaderamente fundamentales de nuestro tiempo.