En el libro "Ocho millones de maneras de morir", de Lawrence Block, encontré estas líneas que invitan a un interesante reflexión:
Trato de no pensar en su muerte, en la forma en que lo hicieron. ¿Ha leído Watership Down?...Trata de una colonia de conejos, de conejos semidoméstico . La reserva de comida es abundante, ya que los humanos les facilitan todo lo que les hace falta. Es una especie de paraíso de los conejos, salvo porque los hombres encargados de darles la comida aprovechan para poner trampas y pegarse una buena cena de vez en cuando. Los conejos que sobreviven nunca hablan de las trampas, nunca mencionan a su compañeros desaparecidos.Tienen una especie de acuerdo tácito porque actúan como si las trampas no existieran y sus compañeros muertos no hubieran existido jamás... ¿Sabe? Creo que los neoyorkinos somos como esos conejos. Vivimos aquí porque nos beneficiamos de lo que la ciudad nos ofrece: cultura, trabajo... lo que sea. Y bajamos la mirada cuando la ciudad asesina a uno de nuestros vecinos o a un amigo. Oh, por supuesto, lo leemos en los periódicos, hablamos de ellos durante dos o tres días, pero luego nos apresuramos a olvidarlo. Porque, de otro modo, estaríamos obligados a encontrar una solución; solución que no existe. Lo único que podemos hacer es mudarnos y somos demasiado perezosos para ello. Somos como esos conejos, ¿no cree usted?