Hay política en las novelas de Carvalho. Es un ingrediente necesario, imprescindible, porque la visión de la sociedad que se nos plantea incluye a los que están en el poder, a los que se cobijan a su sombra, a los que padecen los excesos de los arriba, a los que viven sin pensar en los que tienen en el poder, o sea, a todos los que estamos en este mundo nuestro de aquí y de ahora, y Montalbán medita a la par que presenta las acciones y a los personajes, nos hace meditar con él, viajar intensamente hacia atrás para comprender los porqués del presente de la narración. No hay elecciones casuales, sino causales en estas novelas del ciclo Carvalho, concebidas como una crónica de un tiempo y un país.
En "La soledad del manager" utiliza Montalbán la más pura de las arquitecturas de la novela negra: dos espacios, uno que registra los sucesos de la actualidad y otro que, mediante flashbacks, enriquece la composición de los personajes y los dota de una profundidad admirable. Ha aparecido muerto el manager de una multinacional. Carvalho lo conoció brevemente, en un pasado contradictorio y algo secreto. Mientras investiga, por encargo de la viuda, quién es el asesino va recordando momentos compartidos con el muerto y afloran recuerdos de un tiempo en que España no había libertad, sino un régimen dictatorial, un franquismo que creaba marginados, torturados, mártires y callados héroes resistentes. Entre los que se oponían al franquismo estaba el propio Carvalho, un detective privado que estudió en la universidad y fue comunista, padeció prisión y todos los rigores que se le aplican al vencido. Estamos a finales de los setenta, con una democracia recién parida, muchos restos franquistas con ojos y boca pululando y amargando(se), con muchos jóvenes que van a subir al poder y se disputan la entrada al mismo. Carvalho habla, come y acepta citas en restaurantes que definen la manera de estar ante la comida de algunos personajes, bebe y fuma y con preguntas se acerca a las verdades, toma nota de las incongruencias y de las falsedades y, llevado por Vázquez Montalbán, registra con su mirada y señala con sus pasos caminos, travesías, entradas y salidas de una mágica Barcelona vista a ras de suelo que deviene entrañable y cercana, viva, inolvidable.
Texto recomendado: El sombrero de Wilder y la pipa de Chandler, de Francisco Machuca
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