No es una recién llegada. Rosa Ribas ya publicó antes una interesante novela, "El pintor de Flandes", en la que se veía que se trata de una escritora de raza, con una prosa muy apta para la narrativa, para el flujo de las historias que nos cuenta. Además, su capacidad para crear personajes es alta, su psicologismo es bueno, sus narradores saben crear interés y sus personajes resultan cercanos y creíbles. En las primeras páginas de "Entre dos aguas" hay un muerto y un asesinato. Rosa Ribas va directamente al grano: entra de esta forma en la literatura policial sin rodeos, como el cultivador que tiene la ropa adecuada y la disposición óptima, sin llamar a engaño, vamos. En estos tiempos en que no se sabe, en muchas ocasiones, por qué apuesta el escritor, Ribas lo tiene claro: por el género. Y le pone un toque de humor y de crítica muy acertado: se inicia la novela con la resolución de un caso en que está metida la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, su nuevo personaje, en su primera aparición en las librerías: la muerte a manos de su esposa de un tipo que, víctima de la teletienda, ha comprado a espaldas de ella un montón de cachivaches destinados a su disfrute en la próxima vejez. Rosa Ribas, ya digo, no es una recién llegada. Hay ciertos apresuramientos en su escritura que son fáciles de corregir, deudores de una creación demasiado sujeta al oído de su autora, que no es infalible, pero alguna repetición en la misma frase y alguna cacofonía evitables no desmerecen las bondades del relato, que se lee con avidez y con un disfrute al que es difícil resistirse.