Me paro después de leer algunos párrafos de la novela. Medito. Guerra Garrido es un gran escritor.Lo confirman las páginas en las que le da la voz al empresario secuestrado, retenido en un pequeño espacio en el que ha de defecar ante la mirada despectiva de los secuestradores encapuchados, altivo y dispuesto al enfrentamiento verbal, al principio aún, en los primeros días del secuestro. Los diálogos no tienen desperdicio: el patrono ante el obrero, el explotador ante el explotado, el de la plusvalía ante el que entrega su vida para sobrevivir. Pero Guerra Garrido no nos hace llegar la voz interior de los secuestradores, sino la del secuestrado, un hombre que se considera hecho a sí mismo, que no cede porque ha trabajado en todo lo que ha sido preciso en su propia empresa, que ama el trabajo por encima del dinero, del poder, que lo considera el máximo exponente de la libertad individual, con significación propia, pues es "mi mismidad". De esta manera, Guerra Garrido evita el panfleto, muestra el lado presuntamente rechazable desde el fondo, en la voz del empresario cautivo, y deja así que el lector vaya sacando sus conclusiones, compare y se sienta identificado con él o con los otros: o, mejor, a ratos con uno y a ratos con los otros. Grandeza de la literatura, grandeza de la novela, que en algunos casos es un paso más en la experiencia vital del lector, que encuentra su mayor fortaleza y realización en argumentos como éste, en historias como ésta, que de ninguna otra forma podrían llegarnos tan vivas, creíbles, con un sentido nada absolutista de la realidad que ya ni en radio, prensa ni televisión podemos ver, presenciar, escuchar.