Resulta curioso que en un país como el nuestro, con pocos escritores de novela negra, de repente empiece a surgir un buen número de ellos y a tener buenas ventas algunas de sus obras. Curioso, positivo y negativo. En la novela que nos ocupa creo que podemos basar algunos de los argumentos que podríamos aplicar a otros autores que cada vez son más conocidos y respetados por las editoriales. "Ojos de agua" es un libro en el que uno encuentra paisajes cercanos, nombres conocidos y personajes imbricados en nuestra realidad. Es la parte positiva. Locales, calles, ciudades, policías con nombres que oímos a menudo, que conocemos bien. El problema radica en que en lugar de aprovechar esa cercanía y contarnos una historia que podría ocurrir aquí, Domingo Villar -es el caso que nos ocupa- se deja llevar por la vertiente menos atractiva de la novela negra, la que acaso ya está superada, la que proviene de Agatha Christie y hace primar la investigación, la sorpresa, el descubrimiento del nombre del asesino por encima de todo, el simple entretenimiento casi atemporal. Y es una pena. Villar escribe con una claridad y una concisión que tienen mucho mérito, pues su prosa es muy adecuada para el tipo de narración que tiene entre manos -con breves y atinadísimos detalles de inusual profundidad y descripciones de paisajes que no sobran y que juzgo talentosos- y su mirada es limpia, hábil para situar a los personajes en los ambientes y las escenas sin trampa ni cartón, como si lo viéramos en una pantalla. Pero aquí empieza el problema: Villar no cree demasiado en la novela, no se despega de los recursos cinematográficos, se atiene en exceso al guión y a la trama previamente elaborada y al final uno tiene la sensación de que no se ha atrevido a ir más allá y nos ha servido un plato de gusto antiguo, con algo de recocido y demasiado elaborado, falto de la libertad que a un buen intérprete de jazz nunca le falta (en esta novela se habla a menudo de comidas, también de jazz, no en vano el asesinado es músico). Y late detrás acaso esa presión -y contra ella va este texto, no contra el trabajo de Domingo Villar, que es digno observado desde cualquier punto de vista, y además un primer paso en el que se percibe una promesa de mejores melodías y mejores interpretaciones en el piano del teclado de su ordenador - editorial que le corta las alas al que quiere escribir y publicar, al que no quiere quedarse con sus novelas en un cajón olvidado de su casa y tiene que adaptarse a lo que pide el gusto general en la actualidad, ese que queda sancionado siempre por el juicio final de un editor y no por la recepción de los lectores, que no siempre se ve ni puede definirse en un plazo de término inmediato. Ah, amigos, el resultado pronto, a cortísimo plazo es lo que impera. "Ojos de agua" es un buen producto, es una novela correcta, que suma en el panorama de la novela negra española, pero que se queda a medio camino porque no ha superado precisamente el nivel de corrección, el estadio de ser considerada apta para la publicación, para la reedición, para el éxito fugaz. Y estoy convencido de que Domingo Villar tiene talento para dar un paso adelante, para eludir el territorio de la corrección y darnos obras más personales, más auténticas, con un pie en el género y otro fuera de él si es preciso. Acaso ya en su segunda novela, que acaba de ser publicada, lo haya dado. Ojalá que así sea. Seré el primero en celebrarlo.