La novela negra necesita a autores como Benjamin Black, o sea, John Banville, pues es sabido que tras el seudónimo está el gran autor irlandés, uno de los mejores escritores de nuestro tiempo. Y necesita a autores como este porque Black /Banville es, ante todo, un gran escritor, algo de lo que adolece la novela negra. Cuando escribe estas historias que firma con seudónimo, Banville no se deja llevar por lo fácil ni busca el halago que reporta el best seller culto. Sólo cambia de nombre para cambiar de método, para dejar entrar en su cabeza otras ideas, otras tramas, pero cuando decide abordar la plasmación de lo pensado y lo ideado no rebaja el nivel, no se entretiene tan sólo, sino que se vuelca con toda la pasión y todo el bagaje que muchos años de oficio le proporcionan. Banville no se refugia en Black para escribir obras menores.
"El secreto de Christine" -"Christine Falls" en el original: qué poco me gusta que se rebauticen las novelas cuando se traducen, la verdad sea dicha- es una novela fascinante. Atrapa por sus palabras, por las imágenes que logran alzar y hacen sentir esas palabras y por la sabiduría de quien maneja esas palabras, que se convierten en un festín para los sentidos. Sabido es que hay lectores que sólo quieren usar uno o dos de sus sentidos cuando leen. Pero también sabemos que existen lectores que ponen en funcionamiento sus cinco sentidos cuando hallan un texto magnífico, incitador. Para estos últimos, este libro será siempre sólo un camino feliz de entrada, un camino sin salida, porque no es que vayan a perderse entre los párrafos y las líneas, sino que nunca querrán abandonar del todo esta historia y a los personajes que le dan sentido y la fortalecen de una manera elegantísima y casi genial. No teman por acabar el libro: hay una segunda novela con los mismos personajes, con otra trama y más fascinación dentro.
Muchas veces he reclamado en este blog la presencia de un autor de categoría innegable, un autor de la categoría de Faulkner que escribiera una novela negra tan importante como una novela de Faulkner. No sé si este libro es la respuesta a mi demanda, pero no me cabe ninguna duda de que el autor sí es éste: sólo alguien como John Banville puede dignificar, ennoblecer, elevar a la máxima altura a un género. En "El secreto de Christine" hay personajes, para empezar, caracterizados como es conveniente, no a vuelapluma; hay una trama que no tiene hilos sueltos ni excesos por los costados más sangrantes; hay un sentido detrás de cuanto se narra y una ilación fraguada para lectores adultos, a los que no se miente ni se manipula con técnicas fáciles, algo a lo que tan acostumbrados estamos a encontrar los que leemos y amamos la novela negra, sobre todo en estos tiempos de productos y subproductos que encima nos quieren hacer creer que son de lectura obligada.
Banville/Black nos lleva por las calles del Dublín de los años cincuenta con serenidad y nos hace abrir los ojos ante todo cuanto pone ante ellos con su estilo sabio y exacto, sin adornos ni florituras, atento al detalle y siempre al servicio del avance riguroso de la historia. Por supuesto, puedes paladear las frases, puedes releerlas y releer muchos párrafos, pero nada te obliga, porque detrás de tanto buen hacer creativo con las palabras hay muchísimo buen hacer creativo con la historia que se nos está contando. Y hay en ella un bebé que una enfermera se lleva a otro país, donde lo cuidarán unas monjas y lo entregarán a una familia humilde para que lo cuide durante un tiempo. Hay un patólogo viudo que amaba más a la hermana de su esposa que a su esposa misma. Hay un viejo juez que juzga con la mirada y con sus silencios. Hay un médico especializado en traer hijos al mundo que siempre parece estar de perfil, no se sabe si viniendo o yéndose. Hay un grupo de personas poderosas que hacen con algunos niños lo que les da la gana, al margen de la ley, creando con ellas una ley propia, unas leyes secretas de obligado cumplimiento. Hay un viaje al Boston del otro lado del Atlántico en el que esperan respuestas, dolor y miedo.
Por supuesto, esta novela no es perfecta. Hay muchos secretos que salen a la luz, alguno no de fácil aceptación inmediata, y un movimiento de la mirada del narrador pegado a algunos de los personajes que en algún momento parece innecesario o excesivamente preparado, como ocurre con el final del chófer de Josh Crawford. Quizá Black /Banville ha querido redondear demasiado su obra y unir demasiados detalles y eso la perjudica, por cuanto que la novela negra no tiene que responder siempre al esquema del "todo puesto para que tenga un sentido antes o después". Eso le resta frescura, libertad. Y también podemos acusar a Banville de acudir a retardos de los momentos decisivos algo folletinescos, de algún golpe de efecto que hereda de dramas del pasado que nacieron para ser lacrimógenos. De eso es culpable nuestro buen irlandés. Ahora bien, amigos, son pequeños defectos en una gran obra, en una construcción sólida y bien armada, creíble y que sin duda es un paso adelante en la historia de la novela negra, pues ya nunca nadie podrá olvidar a Black/Banville ni "El secreto de Christine", que quedará para recordarnos que la prosa más literaria, más matizada, surtidora de bellas imágenes y utilizadora de los mejores elementos de la poesía puede ser útil, memorable también cuando se habla de crímenes, de palizas, de secretos oscuros, de violencia y de investigaciones en el filo. El gran autor de novela negra, el gran estilista reclamado ha aparecido. Yo hoy me siento más feliz y, como lector, más completo.
Lectura recomendada: "Como el humo", un relato corto -o microrrelato - absolutamente ejemplar, de gran calidad literaria, en el blog de Raúl Ariza.
Lectura recomendada: "Como el humo", un relato corto -o microrrelato - absolutamente ejemplar, de gran calidad literaria, en el blog de Raúl Ariza.