Poco que añadir a lo que piensa Leo, un personaje de la novela cuyo padre fue emigrante:
"...mi padre... me acuerdo de cuando me decía niño, vete a la cama que voy a contarte un cuento y esa vena creativa tiene más valor que todos los libros de esos escritores que sólo hablan de tonterías a pesar de contar con el control de la herramienta más poderosa que nunca se ha descubierto, el arma más mortífera: la palabra, esos escritores y sus bagatelas, intrigas para distraer los fines de semana de la burguesía que compra sus libros, prostituyéndoles, eso se llama prostitución intelectual, como si las pobres inmigrantes que se ven abocadas a malvender su cuerpo, capital humano, tuvieran otra salida, inmigrantes como mi padre, viajeros de la necesidad, no turistas como los que habitan ese mundo de retroalimentación que es el de los burgueses y los escritores que escriben para ellos, para que les monten ferias del libro y ellos aparezcan en los periódicos y les den la mano a alcaldes que no son capaces de arreglar los barrios, porque no interesa". ¿Qué se puede añadir?