Georges Simenon: Maigret y el vagabundo



Quien no ha leído a Simenon, quien no conoce a Maigret no ha podido disfrutar de parte de la más destacada novela negra europea, quizá no sabe que este personaje es fundamental en el género, que sus historias crean adeptos confesos que no dudan en calificar al autor de maestro, de grande de la narrativa moderna. Simenon escribió mucho, pero creo que esta novela puede ser una de las mejores opciones para entrar en su mundo, pues es una buena muestra de su talento y originalidad.
Maigret es un comisario que fuma en pipa, que pasea con las manos enlazadas a la espalda, que interroga largamente a los detenidos, que se vale de una gran penetración psicológica para entrar en el mundo de las víctimas y de los culpables, que está casado y que ama París, ama a sus habitantes y lucha contra el delito sabiendo que no siempre puede dominarlo, vencerlo.
En "Maigret y el extraño vagabundo" -desacertado título de la edición española que yo tengo y que existe también en otra versión sin el adjetivo, demasiado clarificador, creo que publicado en Argentina y que traduce con exactitud el original- encontramos a un vagabundo al que golpean y tiran al Sena pero no muere. Maigret no tarda en saber quién es el culpable, se aplica en conseguir una confesión y fracasa. El vagabundo recobra el conocimiento, el habla, pero no quiere señalar al culpable, porque no cree en la justicia, porque no quiere juzgar. Es un vagabundo que ha dejado atrás una familia, una profesión -era médico-, y que no traiciona sus ideas ni siquiera cuando intentan matarle. Maigret, tras hablar con su mujer y su hija, se entera de los motivos que le llevaron a dejarlo todo y decide no juzgarle, no presionarle, no insistir, aunque eso conlleve que un criminal quede en libertad. La figura del vagabundo llena esta pequeña novela, se alza vívida e imborrable, hasta diría que de alguna manera contagia, pues con sus actos este vagabundo cuestiona ciertas cosas y reduce la importancia de muchas superficiales a la nada. Simenon es un autor de novela policíaca, ante todo, un escritor moral también y, si no estuviera feo apuntarlo, podríamos decir que en libros como éste es también un escritor político. Son poco más de cien páginas de prosa ajustada y realista, atenta al detalle costumbrista y económica en todo momento, centrada siempre en los matices precisos para hacer redonda la narración y la situación de cada pieza, como en un mecanismo perfecto, que agarra de la mano al lector y difícilmente lo suelta antes de que acabe la lectura.
Creo que se trata de una pequeña obra maestra y de un autor al que celebrar siempre, que además apostó por un tipo de novela breve, con muchos diálogos y momentos narrativos intensos y muy bien escritos y muy plásticos, que es muy válida hoy en día, cuando las prisas y los largos horarios laborales impiden concentrarse en obras más largas. Simenon ahorra palabras pero nunca verdad, intensidad ni análisis. Y personajes como el vagabundo cobran en sus manos nueva vida, son vistos con una profundidad admirable, la del escritor de raza y observador infatigable. Tiene uno la sensación de que la novela nunca morirá mientras existan escritores como éste, mientras se les lea o relea. Y nunca es tarde para empezar si aún no se ha entrado en el Mundo Maigret.