Es apabullante el talento de Graham Greene. Era un novelista completo, dotado para la acción y la descripción, la profundización incisiva y demoledora del alma de sus personajes. Siempre ha sido uno de mis escritores preferidos. "El americano impasible" es una de las mejores novelas que he tenido oportunidad de leer. Este párrafo que sigue está escrito en la década de los treinta del pasado siglo y Jules es un hombre con una café y padre francés fracasado que ya no está junto a él y su madre, que tiene como clientas en su establecimiento a algunas prostitutas francesas. Acude a una reunión de comunistas y el primero al que ve es al policía que está en la esquina de la calle.
Jules pensó en el silencio de los policías y en la palabrería que le esperaba. Pronunciarían discursos hasta muy tarde, reconstruyendo teóricamente a Inglaterra, aboliendo imaginariamente la pobreza. Cuando volvió la esquina y su mirada se cruzó con la mirada de burla del policía se sintió malhumorado e insatisfecho. Deseaba algo que pudiera defender con pasión, pero el comunismo era mera palabrería, nunca acción, y el patriotismo le desconcertaba; no era inglés y Francia tampoco significaba nada para él: sólo estatuas y Napoleón III, putas y cigarrillos robados. Deseaba que alguien le dijera: "Haz esto. Haz aquello. Ve ahí. Ve allá". Quería que le salvaran del mostrador y del depósito de té, de los Weights y de la cruel frivolidad del café.