Desde hoy, lamentablemente, queda habilitada en este blog la moderación de comentarios. No aceptaré jamás que nadie insulte y descalifique amparándose en el anonimato, como ha intentado hacer un sujeto con interminables y descerebrados mensajes a lo largo de toda la jornada. Lo lamento por los amables amigos y visitantes ocasionales. Internet no puede servir para que los cobardes y los depredadores conviertan este espacio para la creatividad y la libertad en un estercolero. Quien quiera venir aquí a discutir, a intercambiar ideas, a exponer sus puntos de vista siempre será bien recibido. Pero jamás volveré a abrirle la puerta a nadie que, valiéndose de un seudónimo, sin dar la cara, quiera emporquerizarme a mí o a cualquiera de los autores y los libros de que hablo en el blog.
El sujeto al que me refiero dejó unos insultos a un autor y a un libro a los que respondí pese a firmar con un seudónimo tras el que cobardemente se esconde. Las descalificaciones fueron creciendo y haciéndose personales contra el autor y luego contra mí, conforme comprobó que no aprobaba su imparable carrera hacia la provocación, el escarnio y el odio. Incluso hace unos minutos ha reincidido, aún no satisfecho con su comportamiento perturbado, disparando contra todo lo que se mueve. Nunca antes tuve que vérmelas con un fanático, con un ser enfermo de odio. Es una pena. Y mi decisión será inquebrantable.
El sujeto al que me refiero dejó unos insultos a un autor y a un libro a los que respondí pese a firmar con un seudónimo tras el que cobardemente se esconde. Las descalificaciones fueron creciendo y haciéndose personales contra el autor y luego contra mí, conforme comprobó que no aprobaba su imparable carrera hacia la provocación, el escarnio y el odio. Incluso hace unos minutos ha reincidido, aún no satisfecho con su comportamiento perturbado, disparando contra todo lo que se mueve. Nunca antes tuve que vérmelas con un fanático, con un ser enfermo de odio. Es una pena. Y mi decisión será inquebrantable.