Emociona leer esta novela. La última página, en que se explica la razón del título, te deja sobrecogido. Ruth Rendell demuestra con esta obra que la novela negra es más, mucho más de lo que se ve a simple vista, de lo que se la valora a simple vista. Se trata de una novela social, política, psicológica, de un tipo de novela imprescindible y poco practicado, en el que cabe la denuncia y la concienciación, en el que hay espacio para revisar nuestras ideas y para echar un nuevo vistazo a nuestras sociedades hastiadas y desencantadas y a nuestra concepción del hombre actual, al que creemos más civilizado, más culto y preparado pero que esconde tras la fachada la misma brutalidad, la misma falta de sentimientos y de amor por sus congéneres de siempre. Sirviéndose del envoltorio de la novela policíaca, con un par de crímenes de por medio, unos policías, un ladrón, unos ricos sospechosos y muchos pobres que acuden a las oficinas de la seguridad social en busca de empleo -tema omnipresente en la novela, con una manifestación incluida de los parados reclamando su derecho al trabajo y a una vida más digna, algo nada baladí si tenemos en cuenta las grandes pérdidas de empleo que se observan en una comunidad europea planteada sólo para los vencedores-, Rendell nos invita a ver la debilidad de los marginados y los humillados, nos pasea por los salones altos y las bajas casas, dibuja a los personajes con una intensidad que nada tiene que envidiarle a la de ningún novelista que practique literatura de altos vuelos y deja en nosotros, sus lectores, la sensación de que el déjà vu social es un error, un empañamiento de nuestra mirada, porque aún se dan casos horribles de abusos que están marcados por la supuesta condición superior de los que se creen más y mejores, los que confunden dinero y poder con suprahumanidad. "Simisola" es la obra de una autora de izquierdas, comprometida, que abre caminos y señala senderos que otros pueden seguir, que no se enroca sino que ofrece aperturas. Y es una novela necesaria, valiente, de una autora que profundiza y no crea maniqueos personajes que se pueden desplomar ante la primera revisión, sino que se adentra en los conflictos humanos y nos recuerda que hay asuntos aún irresueltos, desde hace cientos de años, y que la cultura y la estabilidad social a veces esconden el crimen, el abuso, la destrucción de los débiles, aunque la apariencia sólo muestre sonrisas y concertación. Sí: uno acaba la lectura emocionado y piensa que no todo está hecho, queda muchísimo por cambiar, que creemos que el hombre llegó a la luna y le aguardan metas muy altas y nos olvidamos de que aún no ha ido como debe a la vuelta de la esquina.
Texto recomendado: Recordando la obra de William Irish, en el blog de Francisco Machuca
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