Mercedes Castro: Y punto. (4). Ante el cadáver


Pocas, pocas veces tiene uno la oportunidad de disfrutar de páginas tan expresivas, tan literarias, tan bien escritas, con tanta fuerza y tanto golpeo interno y externo como las que Mercedes Castro dedica a una prostituta que aparece colgada. La voz de Clara clama, solloza, delira, ennoblece, se arraiga en los que la escuchamos -leyendo y oyéndola de alguna manera dentro de nosotros- y nos arrebata.
Reclamo desde hace tiempo novelas que sean plenamente literarias, en las que aparezcan policías, delincuentes, y que sean fieles a las grandes enseñanzas de los maestros. Hace poco afirmé que la mejor novela negra escrita en español es "El inocente", de Mario Lacruz, y se debe a que en ella hay ante todo gran literatura.
Con "Y punto.", de Mercedes Castro, puedo afirmar que nos encontramos ante otra novela negra -es negra y no es negra tan sólo, como las mejores del género- de gran altura, de escritura que raya a un gran nivel, con una poderosa carga lírica y una vehemencia perfectamente articulada y llena de humanidad. En las páginas que le dedica Mercedes Castro a la prostituta encontrada muerta late un aliento vital y poético, una verdad inconformista, una potencia creativa que es sin duda el punto máximo de la novela, es un arroyo que fluye solo y veloz y pleno y que deja al lector sencillamente boquiabierto. Son 12 páginas, un pequeño relato, un cántico estremecedor y tan palpitante de verdad que pide la inmediata relectura, incluso el recitado en voz alta. Son unas páginas maravillosas, inolvidables, seguro que generadoras de muchas otras páginas de lectores que sentirán, como yo, que estamos ante un logro espléndido y digno de ser intensamente resaltado y recomendado.

Foto de Mercedes Castro: J. Leal (Faro de Vigo)

Muñoz Molina y Ross Macdonald

"Y otro que me gustaba mucho cuando escribí "Beatus Ille" es Ross Macdonald, que en sus novelas repite un esquema que es muy bonito, pero está repetido siempre: se produce el comienzo de una investigación, aparece un cadáver y resulta que no es de ahora, sino de hace treinta años. La idea del crimen escondido durante tanto tiempo es muy atractiva, e influyó mucho a la hora de planear "Beatus Ille".

Palabras de Muñoz Molina, en el libro "Novela policíaca y cine negro en la obra de Muñoz Molina", de Jaime Aguilera García.

Ross Macdonald es el padre de este blog, el principal inspirador de este blog.

Mercedes Castro: Y punto. (3) Emocional, sin cortapisas



Mercedes Castro deslumbra en algunos pasajes de su novela, su prosa y su creatividad desprenden aroma de gran escritor, pues sabe cómo acercarse a los escenarios que su mente ha ideado y cómo narrar desde ellos, cómo trasladar a la mente del lector emociones, ideas, sensaciones, conceptos. Y lo hace con riqueza verbal y con riqueza de procedimientos, abordando los instantes delicadamente dilatados con un manejo del idioma y de la frase que se alarga, como el hilo del pensamiento herido, de forma notable. En la página 108 hallamos unos párrafos en que la primera persona se convierte en segunda y tercera a la vez sin dejar nunca de ser primera: Clara se ve a sí misma desde fuera comparándose con un amigo muerto y se ve pequeña, se ve liviana frente a la verdad de la sencilla felicidad del otro, del desasimiento consciente de lo superfluo, del encuentro con lo esencial. El tono elegíaco atrapa y engrandece la novela, la mueve a una zona de seguro reconocimiento y de bondades narrativas que no abundan en la literatura actual, tan medida por culpa de los depauperadores consejos editoriales, encaminados a contentar al grueso de los lectores no habituales y a eliminar la poesía en la prosa, la creatividad honda, la efusión y el amor libres por el propio trabajo, como si ahora escribir novelas hubiera de ser el resultado de unas clases bien aprendidas en bonitas escuelas de escritores, que, como toda escuela, ya sabe el informado que sólo sirven, de partida, para la homogeneización y la correción a la baja, la corrección castradora. Mercedes Castro deja que Clara se alivie, en breves párrafos, con tiradas líricas y genuinamente emocionales ante la muerte de alguien al que conoció, ante el reencuentro con quien le hizo daño en el pasado, y esto se lo debemos a una escritora que apunta a la totalidad, que no censura, que no corta para contentar, que da mucho y que no escatima.

Foto Mercedes Castro: Efe

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Mercedes Castro: Y punto (2). Lirismo en marcha


Son muy destacables las meditaciones en marcha de Clara, esa policía que no deja quieta su imaginación y profundiza en cuanto ve añadiéndole un lirismo muy creíble, el de la vida sentida, el de la persona que aun pertrechada detrás de su fachada de policía eficiente no puede dejar de sentir, lamentar y solidarizarse con quien sufre y muere ante sus ojos, aunque se trate de un drogadicto. Cuando está ante el cuerpo muerto de uno, al que además conocía bien, Clara no puede evitar que el flujo de su pensamiento pierda el control, se llene de sentimientos y de recuerdos y de palabras y frases hiladas por una poesía hecha sobre la marcha, surgida en el momento, que cautiva y desnuda aún más el alma de una Clara que gana en verismo y sinceridad, que va llenando la novela de literatura de la buena, de la que anima a la relectura y al recitado en voz alta, a buscar a un oyente al que leerle lo que acabamos de leer para no pasar página tan pronto, para demorarnos y estar un rato más cerca de los pensamientos de una mujer y un personaje que crecen y se asientan, que nos gana y nos tutea, nos propone y dispone ya para nosotros, lectores que empezamos a quererla y a desear que las aventuras que le esperan en este libro no la dañan y no nos la alejen.


Foto de Mercedes Castro: Siglo XXI



Mercedes Castro: Y punto.


Necesitamos novelas como ésta (como "Ucrania", de Pablo Aranda), que hacen uso del idioma y de las técnicas narrativas generosamente, que cuentan historias sin miedo y con un sostenido pulso en el que se alternan la primera, la segunda y la tercera personas sin lastrar el avance de la trama, con una naturalidad y una fluidez admirables. La novela negra - y la novela en general - reclama a gritos a autores que arriesguen, que inviertan nueve años en escribir un libro porque lo aman, porque lo perfeccionan aliados al tiempo, porque creen en la literatura con todo su peso, valga para lo que valga y para quien valga. Mercedes castro entra en el panorama literario español pisando fuerte, con atrevimiento, con humor y con mucha calidad.
Clara Deza es una subinspectora que está casada con un abogado, hijo de buena familia y apellido compuesto, y que ha de desenvolverse sola pero con coraje en un mundo hecho para hombres, el de las comisarías de policía y el de las calles por las que se mueven delincuentes de todos los niveles. Es un personaje muy creíble y muy actual, lleno de contradicciones -las propias de una época en que somos todo en un momento y nos sentimos nada en el siguiente instante-, con una vida interior rica que nos llega mediante su voz cargada de exclamaciones, de interjecciones y de sentidas frases en las que palpita una vida intensa y deseosa de compartir: y no es esto una tontería, porque me refiero a esa cualidad que tienen algunas pocas novelas de mostrar a personajes que hablan en primera persona y se confiesan y tienen en cuenta al lector, al receptor, de una manera en que uno tiene la sensación de que la novela se está haciendo sobre la marcha, los hechos que vemos ocurren a la par que los conocemos, como si estuviéramos no dentro de la historia, a la manera del espectador de cine, sino influyendo de alguna forma en ellos o al menos en el modo de Clara para relatarlos, para que los comprendamos y la comprendamos, para que la entendamos y la queramos, sí, la queramos, porque Clara Deza cuenta esta su historia para la queramos. También los personajes a veces no piden comprensión y amistad, incluso amor, amigos.


Texto recomendado: Gregorio el Botero, en el blog de Mart

Texto recomendado: Por, esperança i Muntañola. En el blog de Júlia

Ruth Rendell: Simisola (1). Gente en el paro


Una chica negra desaparece. La policía investiga, con el inspector jefe Wexford a la cabeza. Ruth Rendell no nos ahorra detalles en que se ve que el racismo inunda las actitudes de los policías, tanto voluntaria como involuntariamente. Algunos se lo confiesan calladamente a sí mismos, otros simplemente no reprimen lo que sus instintos les mandan. Es el mundo en que vivimos. La investigación se desarrolla siguiendo los cánones "ingleses": lentamente, con muchas entrevistas a los mismos personajes implicados, destilando datos que poco a poco dan sentido a un rompecabezas. Pero lo que hace diferente a Rendell de otros escritores, además de su aguda percepción psicológica, es su preocupación social, que la autora asume abiertamente y que define su concepción de la novela negra. Por eso, una oficina de empleo y un personaje que en ella trabajaba y que muere pronto es fundamental en la historia y la descripción de seres sin empleo, con pocos ingresos, que viven en condiciones nada halagüeñas menudean en las páginas de "Simisola" y acercan la novela a la vertiente realista, útil, que no sólo sitúa en una época muy concreta, sino que hace un análisis de ésta valiéndose de personajes representativos. Hay mucha gente en el paro en toda Europa, ésa es la verdad, pero que alguien incluya a esa gente de manera tan acertada en una novela negra no deja de sorprender y de ser muy plausible, ya que este género es el mejor representante de la novela crítica y social en los inicios del siglo XXI. Rendell pormenoriza, indaga, dibuja muy bien a sus personajes y no tiene prisa en hacer avanzar la historia ni introduce señuelos vacuos, acción deliberadamente prevista para el entretenimiento fácil. Aboga por la descripción de caracteres, por la tradición en el mejor sentido entendida y no deslumbra pero no exagera ni miente, lo que a mis ojos le hace ganar muchísimo.


Una lectura en el otro blog en que escribo: "El país Ashkenazy (Homenaje al pianista y director Vladimir Ashkenazy)"