Nicolas Freeling: El rey del país lluvioso (1). Ámsterdam, Granada


Ya en 1965 se quejaba Nicolas Freeling del despropósito en que se hallan inmersas las ciudades modernas, su supeditación al entramado servido en bandeja al tránsito automovilístico, de la sinrazón de los gobernantes que andan un paso para adelante y dos para atrás (en mi ciudad, Granada, se eliminó el tranvía y ahora, agobiados por el tráfico, los atascos y ojalá que la mala conciencia, los que mandan lo recuperan llamándolo metro pero con un trazado más de superficie que subterráneo). Se quejaba de que todo se vuelve utilitario y se abandona la belleza, se la arrincona, se la hurta al disfrute del que pasea a una velocidad humana, con sus pies y sus ojos defraudados como única compañía (el boulevard que han instalado en mi ciudad -instalado y dejado caer, como prefiráis, porque es más bien un injerto- carece de árboles que den sombra, luce por el cemento y la mala planificación de principio a fin). "...y muchas personas dignas se alojan ahora en unas buhardillas o desvanes a los que prudentemente se da el nombre de pisos", escribe Freeling (¿los minipisos de ahora?). "Hay allí una gran abundancia de altisonantes don nadies, delegaciones, misiones y consulados, y también una gran cantidad de sucios picapleitos" (como ahora, como ahora). "Circulan camiones obstaculizantes, de rechinantes ruedas". Freeling veía lo que todos vemos. Y en sus novelas negras dejó constancia y se quejó. Motivos para admirarle aún más.

Ruth Rendell: Simisola ( y 2 ). Crítica


Emociona leer esta novela. La última página, en que se explica la razón del título, te deja sobrecogido. Ruth Rendell demuestra con esta obra que la novela negra es más, mucho más de lo que se ve a simple vista, de lo que se la valora a simple vista. Se trata de una novela social, política, psicológica, de un tipo de novela imprescindible y poco practicado, en el que cabe la denuncia y la concienciación, en el que hay espacio para revisar nuestras ideas y para echar un nuevo vistazo a nuestras sociedades hastiadas y desencantadas y a nuestra concepción del hombre actual, al que creemos más civilizado, más culto y preparado pero que esconde tras la fachada la misma brutalidad, la misma falta de sentimientos y de amor por sus congéneres de siempre. Sirviéndose del envoltorio de la novela policíaca, con un par de crímenes de por medio, unos policías, un ladrón, unos ricos sospechosos y muchos pobres que acuden a las oficinas de la seguridad social en busca de empleo -tema omnipresente en la novela, con una manifestación incluida de los parados reclamando su derecho al trabajo y a una vida más digna, algo nada baladí si tenemos en cuenta las grandes pérdidas de empleo que se observan en una comunidad europea planteada sólo para los vencedores-, Rendell nos invita a ver la debilidad de los marginados y los humillados, nos pasea por los salones altos y las bajas casas, dibuja a los personajes con una intensidad que nada tiene que envidiarle a la de ningún novelista que practique literatura de altos vuelos y deja en nosotros, sus lectores, la sensación de que el déjà vu social es un error, un empañamiento de nuestra mirada, porque aún se dan casos horribles de abusos que están marcados por la supuesta condición superior de los que se creen más y mejores, los que confunden dinero y poder con suprahumanidad. "Simisola" es la obra de una autora de izquierdas, comprometida, que abre caminos y señala senderos que otros pueden seguir, que no se enroca sino que ofrece aperturas. Y es una novela necesaria, valiente, de una autora que profundiza y no crea maniqueos personajes que se pueden desplomar ante la primera revisión, sino que se adentra en los conflictos humanos y nos recuerda que hay asuntos aún irresueltos, desde hace cientos de años, y que la cultura y la estabilidad social a veces esconden el crimen, el abuso, la destrucción de los débiles, aunque la apariencia sólo muestre sonrisas y concertación. Sí: uno acaba la lectura emocionado y piensa que no todo está hecho, queda muchísimo por cambiar, que creemos que el hombre llegó a la luna y le aguardan metas muy altas y nos olvidamos de que aún no ha ido como debe a la vuelta de la esquina.

Texto recomendado: Recordando la obra de William Irish, en el blog de Francisco Machuca

Entrevista: Mercedes Castro


1.- “Y punto.” es una novela negra con mucha literatura dentro, un bien que escasea en las letras de cualquier país. ¿Cómo surgió la idea de hacer una novela negra y a la vez plenamente literaria?

"Y punto." surgió como una necesidad: la de contar la historia de una mujer que, en una sociedad como la nuestra, tiene que compaginar la vida privada con la laboral y, también, el plano exterior, en el que uno intenta mostrarse fuerte, firme, seguro ante una vorágine que nos exige ser duros y “capaces”, con un universo más íntimo, más secreto, que fluye por dentro y es donde se refugian la sensibilidad, las flaquezas, los pensamientos que no nos atrevemos a mostrar. Si la novela es negra es porque este género, que me fascina, es el vehículo ideal para analizar nuestra sociedad y mostrarnos críticos con ella, pero que perteneciera a éste en concreto no era un requisito esencial.

2.- Alternas la primera con la tercera persona en la narración, algo poco habitual. ¿Te acogiste a algún modelo, te surgió sin más?

Es algo muy meditado, aunque no tomé ningún modelo concreto ni me fijé como referencia otra novela que usara esta confluencia de voces narrativas. Alternar la primera, la tercera persona y hasta la segunda era el único modo coherente que pude encontrar para hacer llegar al lector los dos planos contrapuestos en los que se mueve el personaje de Clara, el interno, narrado en primera persona, y el externo, lo que ve, lo que le dicen, lo que oye, en tercera.

3.- Clara Deza es atrevida, decidida y emocional. ¿Te basaste en alguien para crear este personaje tan creíble y singular?

En nadie y en mucha gente a la vez. Creo que es un compendio de muchos amigos, familiares y conocidos, hombres, y sobre todo mujeres actuales que luchan, que intentan salir triunfadoras cada día de su vida sin haber renunciado a ser ellas mismas, con sus defectos, sus debilidades, sus fortalezas y sentimientos y aciertos.

4.- Nueve años dedicada a una novela. Impresiona, en estos tiempos de prisa y productos que caducan de inmediato. ¿Fiel a una historia o una pequeña maldición quitártela de encima?

Fue muy duro escribir noche tras noche, tras cumplir con mi jornada laboral, en ratos libres, en horas robadas al sueño, a los amigos, a la vida, renunciando a otros placeres como la lectura, el cine o una buena conversación. Escribir es duro, también, si no te conformas, si tienes un alto nivel de exigencia. Pero yo sola, a las tantas de la madrugada, sólo con mi gata y mi ordenador y el resto de la casa dormida, he de confesarlo, me sentía plena, viva. Daba igual que creyera que podría publicar o no esta novela. Escribiendo me lo pasé de forma extraordinaria. Como nunca en mi vida.

5.- Las tiradas líricas, los desahogos emocionales de Clara revelan a la poeta que también eres. ¿O ya no lo eres?

Una nunca deja de serlo. No porque ahora escriba más o menos poesía, sino porque ésta te cambia el modo de ver la vida, las palabras y sus sonidos, el valor de una coma o un punto… La poesía se adueña de uno, y ya no te suelta. Jamás.

6.- Tu libro va contracorriente por su volumen y por su empeño de verdad, de ficción que remienda los agujeros de nuestra realidad. ¿Cuesta decir lo que se piensa, temes que te encasillen?

A mí no me costó porque desde el principio me planteé Y punto. como un reto con mucho de implicación personal. Es decir, como una novela honesta, fuera de modas, de corrientes literarias, de adscribirme a tendencias o generaciones. En suma: fuera del mercado. Para mí escribir es algo verdadero, un oficio que me planteo con humildad, pero sobre todo con honestidad, al margen de poses. Tal vez lo difícil, con estos planteamientos, hubiera sido conseguir publicar, y sin embargo no fue así y pronto la novela encontró varios editores entusiastas. En base a esto, que me encasillen como una escritora valiente y sincera sería un lujo y un honor.

7.- ¿Reincidirás, volverás a escribir alguna novela con Clara Deza dentro?

Ahora mismo estoy en otra novela que no tiene nada que ver con "Y punto." ni con ninguno de sus personajes ni con su género. Cuando la acabe, es posible que retome a alguno de ellos, pero no necesariamente a Clara. "Y punto." es muy rica en secundarios que merecen por sí mismos una historia o un papel estelar. Estoy a la expectativa de los resultados de la votación que se mantiene en varios blogs de novela negra para decidirme por alguno de ellos, de modo que en este sentido el lector podría tener la palabra.

8.- Trabajaste en el sector editorial. En tu novela ajustas algunas cuentas con ese mundo de manera tangencial pero firme. ¿Queda alguna editorial independiente y que prime el valor literario por encima del resultadista en este país? ¿Qué piensas de la edición de libros en internet?

Sí, quedan, y muchas. No sólo pequeñas editoriales valientes, osadas, libres a la hora de decidir qué publicar sin estar pendientes de la cuenta de resultados, sino también editores que, de modo individual, independientemente de que trabajen en grandes grupos o pequeños sellos, intentan seguir cumpliendo con el papel tradicional del editor: ser un apoyo al autor, apostar por títulos de calidad, mantener sus valores y su humanidad por encima de las reglas del mercado… Yo conozco a algunos cuantos.

Con respecto a la edición en Internet, creo que todavía tiene que desarrollarse, pulirse, perfeccionarse un tanto para ofrecer al lector un producto tan trabajado como lo es ahora mismo el libro impreso, aunque sin duda ahora mismo es lo más parecido al libre acceso a la creación que podemos concebir.

9.- Para mí serías perfecta si te convirtieras en una francotiradora, en uno de esos escritores que tienen conciencia de las cosas y de su lugar en el mundo pero no se callan ni se venden, como Juan Marsé. ¿Es muy alto tu precio?

En fin, tendríamos que relativizar los ejemplos y admitir que se puede intentar ser escritor sin ser suicida y llegar a fin de mes. Muchas veces las decisiones que toman los autores no son susceptibles de ser juzgadas sino al cabo de mucho tiempo. No debemos olvidar que Marsé despotricó del Premio Planeta, años más tarde lo obtuvo, después él mismo intentó domarse, haciéndose jurado de este certamen, y al final, como el escorpión que no puede resistirse a picar a su amigo pero a la vez presa, terminó nuevamente criticándolo. Mis pretensiones son y han sido siempre escribir lo que quiero, sin cortapisas, sin frenos, sin ceder a presiones ni del éxito ni del mercado ni de la propia imagen que se hayan formado de mí lectores, libreros o editores. Lo ideal para poder alcanzar una libertad absoluta sería que me tocara la Lotería Primitiva. Eso sí, lo que no me atrae en absoluto es erigirme en portavoz de nada ni de nadie o verme adscrita a generaciones o corrientes determinadas. Yo voy por libre y sólo soy portavoz de mí misma, que ya es bastante.

10.- ¿Por qué dejarías alguna vez de escribir? ¿Puede haber algún motivo?

No creo. Ni siquiera el desencanto que a veces me inunda. Yo escribo siempre, dentro de mi cabeza, todo el tiempo y mientras tenga uso de razón no creo que pueda parar nunca de inventar historias. Otra cosa muy diferente sería que un día dijera basta y dejase de publicar, o desapareciese de la vida pública durante años o incluso décadas, pero dejar de escribir, nunca, es imposible e impensable.

Moderación de comentarios

Desde hoy, lamentablemente, queda habilitada en este blog la moderación de comentarios. No aceptaré jamás que nadie insulte y descalifique amparándose en el anonimato, como ha intentado hacer un sujeto con interminables y descerebrados mensajes a lo largo de toda la jornada. Lo lamento por los amables amigos y visitantes ocasionales. Internet no puede servir para que los cobardes y los depredadores conviertan este espacio para la creatividad y la libertad en un estercolero. Quien quiera venir aquí a discutir, a intercambiar ideas, a exponer sus puntos de vista siempre será bien recibido. Pero jamás volveré a abrirle la puerta a nadie que, valiéndose de un seudónimo, sin dar la cara, quiera emporquerizarme a mí o a cualquiera de los autores y los libros de que hablo en el blog.
El sujeto al que me refiero dejó unos insultos a un autor y a un libro a los que respondí pese a firmar con un seudónimo tras el que cobardemente se esconde. Las descalificaciones fueron creciendo y haciéndose personales contra el autor y luego contra mí, conforme comprobó que no aprobaba su imparable carrera hacia la provocación, el escarnio y el odio. Incluso hace unos minutos ha reincidido, aún no satisfecho con su comportamiento perturbado, disparando contra todo lo que se mueve. Nunca antes tuve que vérmelas con un fanático, con un ser enfermo de odio. Es una pena. Y mi decisión será inquebrantable.

Mercedes Castro: Y punto. ( y 5) Crítica


La novela negra empezó a tener una seria presencia literaria con Dashiell Hammett. Después Raymond Chandler -"El largo adiós" es uno de los mejores libros de ficción del pasado siglo, más allá de cualquier encasillamiento y atendiendo sólo a sus logros- y Ross Macdonald -con quien este subgénero llegó a la universidad, gracias a obras como "El hombre enterrado"- ahondaron y ampliaron las fronteras de una manera de contar y enfrentar la realidad tan realista y crítica y hasta comprometida -esa palabra que quieren desgastar con usos derivados pero no lo consiguen los expertos en hacer tabula rasa con todo, posmodernismo agresivo de por medio- que los lectores se sumaron por millones y la novela supo arroparse con fuerza y talento para llegar a los que leen poco, a los que sólo leen obras de misterio y a los que nos formamos leyendo a autores como Juan Benet y Julio Cortázar.
Pero la herencia de estos grandes autores está presente en pocos escritores posteriores. Como era de esperar, como ocurre con los thrillers cinematográficos, la dispersión la causan los aspectos superficiales, el ensimismamiento y la insistencia en el modelo hasta volverlo plano, absurdo y finalmente sólo un producto metaliterario, espejo ante espejo, vacío ante el vacío.
Por eso, la aparición de novelas como Y punto. suponen una alegría para el lector que no quiere más pastiches, que quiere buena literatura con policías y ladrones dentro. Que la haya escrito una autora española, alguien cercano y accesible, aumenta la satisfacción. Mercedes Castro sabe de literatura, conoce la novela negra y sabe distinguir y sabe ver cuáles son los caminos, las sendas que continúan las iniciadas por los maestros de este tipo de novela. Sin complejos, sin cortapisas, narra en Y punto. varias historias familiares, las aventuras y desventuras de una joven subinspectora de policía de Madrid -aunque gallega- y nos pone ante la realidad más cercana, ante la corrupción más cercana, ante los miedos y las inseguridades más próximas y más reconocibles, observando a la gente de la clase media, a la gente de la clase alta, a la gente sin clase.
Mercedes Castro escribe en una tercera/primera persona continua con mucho acierto, lo que le lleva a uno a preguntarse cómo no hay más escritores que utilicen este recurso tan adecuado para narrar lo exterior y mostrar lo interior del personaje al unísono, en planos complementarios y que sirven para estar en la acción y en lo que se piensa, en lo que se dice y lo que se calla, en lo que se imagina y se finge no saber. Así, no sentimos jamás cansancio, no nos pesan en ningún momento las 623 páginas, e incluso abandonamos el mundo ficticio de Clara Deza con pena, como si nos expulsaran de un lugar en el que ya creíamos estar firmemente asentados.
Cuando aparece muerta una prostituta, cuando Clara está a punto de ser arrojada desde la terraza de un edificio, cuando ella recuerda a un confidente y amigo muerto, cuando una suegra habla de desaparecer, en cinco o seis escenas claves Mercedes Castro apuesta por la mejor creatividad y deja momentos destacadísimos, memorables.
En Y punto. hay un personaje que se alza vivo y creíble, una voz que marcará la trayectoria de Mercedes Castro y la jalonará de continuas comparaciones, me temo. Clara Deza, ese personaje, tiene una fuerza, una viveza, un uso del vocabulario y una sinceridad que resultan deslumbrantes y se ganan la complicidad y el reconocimiento de inmediato. La novela es ella.
La novela, por supuesto, tiene fallos. Pero son menores. Estimo que las comparaciones cinematográficas, el acogerse en ciertos momentos al guiño y la parodia de personajes del cine resta intensidad y verosimilitud a algunas escenas y personajes, como pasa con Malde, a quien Mercedes Castro dibuja de manera demasiado sintética. También algunas apariciones de personajes en escena, de sopetón, chirrían en manos de Castro, no están a la altura de su talento. Sin embargo, puedo decir que no empañan la enjundia, la apuesta ambiciosa y lograda que supone esta magnífica novela negra. Con libros como éste crece un género.