Prefiero a los autores que, como Vázquez Montalbán o Walter Mosley, escriben novelas divididas no en capítulos sino en secuencias, de dos o tres páginas como máximo, algo que seguramente está emparentado con mi pasión cinéfila. Pero no desdeño leer a escritores que no le teman a lo extenso y describan pormenorizadamente, siempre y cuando lo hagan con el talento de P. D. James. Porque aquí no sobra nada y los aciertos son tantos que casi abruman:
"Bernie había muerto. Estaba con el cuerpo doblado encima de la mesa, como en un estado de extrema extenuación. Su mano diestra estaba medio cerrada y una navaja abierta se había deslizado encima de la mesa, dejando un fino rastro de sangre como la huella de un caracol, y se había detenido en precario equilibrio en el borde de la mesa. Su muñeca izquierda, marcada con dos cortes paralelos, aparecía hacia arriba, dentro de la palangana esmaltada que Cordelia utilizaba para lavar. Bernie la había llenado de agua, pero ahora aparecía colmada de un líquido rosado pálido que despedía un olor morbosamente dulzón, a través del cual los dedos, doblados como en actitud de súplica y con aspecto blanco y delicado como los de un niño, brillaban tan lisos como la cera. La mezcla de sangre y agua se había derramado por la mesa y el suelo, empapando la llamativa alfombra rectangular que Bernie había comprado recientemente con la esperanza de impresionar a sus visitas con su status social y de la que Cordelia pensaba que no hacía más que dirigir la atención hacia lo viejo y raído del resto del despacho. Uno de los cortes era de tanteo y superficial, pero el otro había penetrado hasta el hueso y los bordes separados de la herida, secos de sangre, se abrían claramente, como una ilustración en un libro de texto de anatomía. Cordelia recordó que Bernie había hablado una vez de que había encontrado a un hombre que intentó suicidarse, cuando él estaba haciendo la ronda, en la época en que era policía. Se trataba de un anciano, acurrucado a la puerta de un almacén, que se había cortado la muñeca con una botella rota, pero que luego había vuelto de mala gana a la vida porque un gran coágulo de sangre había obstruido las venas cortadas...Bernie... Sus labios estaban fruncidos y entreabiertos como los de un niño dormido, confiado y vulnerable."