Tiene una gran ventaja esta novela sobre muchas otras: cuenta sin parar historias, pequeñas y grandes, cuenta constantemente y no sólo se limita a narrar, error que vuelve las novelas pesadas y anacrónicas y las aleja del lugar en que se hallan, liberadas gracias al cine, que es ante todo imagen y narración continuada. Ford detiene el presente y viaja al pasado para contarnos que el padre de Quinn perdió una mano trabajando con una desgranadora John Deere y cómo desde entonces fue más feliz, porque se convirtió en vendedor de desgranadoras, enseñando el muñón, y pudo mantener junto a él a su esposa, que seguramente le habría abandonado de haber seguido llevando su anterior vida. Quinn recuerda que su madre tenía pesadillas sobre la mano del padre y que él lo contemplaba todo desde la altura de sus nueve años. Y dos páginas más adelante se habla de que Rae prefería vivir antes en el Oeste que en Michigan. Y sabemos que Quinn estaba siempre cansado y no hablaba con nadie, algo que a ella le molestaba mucho, porque a veces se encontraba con algún compañero del colegio, por ejemplo, y aun así Quinn seguía anclado en su mutismo. Historias, historias, historias. La novela está llena de historias que invitan a la relectura.
Lectura recomendada: Breve historia del detective privado, en el blog de Francisco Machuca
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