Richard Ford: La última oportunidad (2). Dostoievskiano


Sé que a veces se me puede acusar de ser excesivamente dostoievskiano, pero hay escenas que me remiten al maestro ruso y no puedo evitarlo. Quizá porque de la maldad y del horror de la existencia pocos hablaron como él. Quizá porque en Dostoievski y en Ford late un sentimiento de piedad hacia los personajes que crean en sus libros y porque en su mirada la comprensión nunca falta, la escena que ahora os contaré me parece que ocurre en el México de finales del siglo XX y está escrita por Ford como podría haber surgido de la imaginación de un Dostoievski que viviera en la actualidad. Ésta es la escena: Quinn va en su coche y ve una camioneta de la empresa Pepsi que se ha salido de la carretera y a dos hombres que han cogido botellas -con las que se han llenado los bolsillos y la cintura de los pantalones- del vehículo bebiendo ansiosamente hasta que llega la policía y echan a correr, como niños, por un campo embarrado, huyendo. Cuando llega a la altura de la camioneta, ve Quinn que el conductor está dentro aún, tiene la cara ensangrentada y seguramente está muerto o a punto de morir. Es una escena estremecedora y está contada con una sencillez que la vuelve aún más aterradora. No pensemos en que se trata de México ni que el personaje -y el autor del libro- es estadounidense, porque me temo que la lectura sería muy errónea. Hay un gran simbolismo en ella que escapa a la localización y a la simplificación. Es una escena tremenda, real e infernal a la vez, compone una imagen que jamás olvidará el lector. Y para comprenderla creo que sólo se precisa ver lo que en ella se describe. No se trata de juzgar, sino de sentir, de no olvidar que la mirada de Ford siempre está llena de genuina piedad.



(Foto: Juan Manuel Castro Prieto)