Gran Torino, de Clint Eastwood


No lo entiendo. La crítica, una vez más, va por un lado y yo por otro. "Gran Torino" es una película con una historia floja, muy floja (un "Karate Kid" con un trasfondo clarísimo de western contemporáneo), que parte de un planteamiento falso y que en nada se sostiene: el cambio repentino, milagroso de un ex soldado ultraconservador y racista que acepta meterse en una fiesta vecina llevado de la mano de una chica a la que hasta ese momento ha despreciado, como a todos los de su raza, sólo porque no son blancos. El milagro, en este infausto guión, se debe a que el personaje interpretado por Clint Eastwood se queda sin cerveza. Y entonces se mete en un mundo ajeno, se mueve como pez en el agua en una reunión de adolescentes y tiene el buen tino de ver, en cuestión de segundos, que una muchacha está loca por un muchacho que no se ha apercibido de ello. La escena a mí me daba grima verla. También me dan grima la escena en que un anciano Eastwood golpea con el puño a un chaval que lo derribaría al menor esfuerzo y otra escena en la que amedrenta a unos pandilleros y los deja pensativos, tocados, meditabundos ante su despliegue varonil y de sensata violencia. En fin. "Gran Torino" me parece una película de relleno para la doble sesión, una comedia -uno se ríe alguna que otra vez, eso sí- para adolescentes y para gente que quiere pasar el rato pensando que ha pensado mientras está cómodo en su sillón de espectador. A mí, sencillamente, me resulta insustancial, tramposa (el personaje del cura y la confesión no se aguanta ni siquiera en un guión de telefilme), trasnochada y vana, absolutamente vana. Como buena parte de la filmografía de ese supuesto gran cineasta llamado Clint Eastwood.