Margaret Millar: Semejante a un ángel (2). Desfalcos


El caso se cruza con otro, en que una mujer ha desfalcado, aprovechándose de su puesto en el banco de una pequeña ciudad, una buena cantidad de dólares. Quinn ha hallado la pista la pista del hombre al que buscaba, pero ha llegado tarde: sólo queda un rastro de muerte tras él, pues se mató en un accidente de coche. El caso está cerrado y los detalles los conoce gracias al editor del periódico local. Éste le cuenta la historia de la desfalcadora. Aquí, la pericia de Margaret Millar es grande, pues utiliza a un personaje neutro para hacerle llegar al lector -también a Quinn- la información mediante unos entretenidos diálogos. Eso le evita tener que recurrir al flashback, que salir de la historia rompiéndola, alterando su ritmo. Ya sabemos que Millar era esposa de Ross Macdonald, y la coincidencia en el planteamiento de esta novela con las de Macdonald de la serie Archer es innegable, pero eso no resta valor al trabajo de ninguno de los dos, pues difieren en la mirada -Millar es más punzante, no permanece tan atenta al detalle lírico ni a la psicología de los personajes - y en el hilado de la trama. Resulta sorpendente, eso sí, que sea en esta novela donde hallemos más dureza, no en las de Macdonald, y podríamos decir que "Semejante a un ángel" es más negra, más seca, más cruda. Volvamos al inicio. A las palabras del editor sobre la desfalcadora:

Me interesó otro punto. Alberta Haywood parecía una persona incapaz de cometer un delito semejante. Averigüé que esa apariencia es lo que tenía en común con los demás. El desfalcador medio no tiene antecendentes de deshonestidad, no actúa como un criminal, no se considera uno de ellos. Muy a menudo la comunidad tampoco les considera como tales, normalmente porque devuelven parte del dinero a la gente a la que han defraudado. La ciudad de Chicote respaldó seriamente a Alberta Haywood. Les robó más de cien mil dólares, pero los Boy Scouts tienen nuevo mobiliario en el club y la sociedad de niños inválidos tiene una furgoneta nueva. Es una forma de pensar absurda, por supuesto, como recibir una puñalada por la espalda y contentarte después con un pirulí para aliviar el dolor.

He aquí un ejemplo más de la validez de la novela negra, de la validez de la novela en general. Gracias a ficciones como ésta podemos entender mejor al que comete un delito, al que lo ampara, al que lo perdona. Gracias a novelas como "Semejante a un ángel" conocemos mejor al ser humano, sus contradicciones y sus prejuicios, sus miedos: lo que lo define, en lo más profundo, como ser humano.


Lectura (muy) recomendada: El relato "Dulce María", en el blog de Raúl Ariza.