Margaret Millar: Semejante a un ángel (4). Esperando en la cárcel

Margaret Millar observa y describe, con rápidos y certeros brochazos, los detalles más importantes de una escena, lo característico, lo decisivo. Me gusta su estilo austero, que siempre funciona siguiendo a la trama, que nunca la lastra ni la enlentece vanamente. Como muestra de esta concepción de la literatura en la que prima ante todo el ritmo, detengámonos a ver cómo describe a los visitantes de una cárcel, a los que aguardan para entrevistarse con los presos:

Había otras personas esperando: una pareja mayor que estaba de pie, junta, al lado del pasillo, intercambiando susurros inquietos; una mujer joven cuya identidad se ocultaba o se perdía bajo las capas de maquillaje; un hombre de la edad de Quinn, de ojos apagados y ropa llamativa; tres mujeres con uniforme azul con la artificialidad y la vigorosa alegría de grupo de las asistentas sociales voluntarias; un hombre y su hijo adolescente, que parecían haber tenido una pelea, ni la primera ni la última, sobre si venir o no; una mujer de pelo cano que llevaba una bolsa de papel rota. Por la desgarradura Quinn veía el brillo rojizo de una manzana.

Con un par de adjetivos, con una imagen, con un contraste, pone ante nuestros ojos a cada personaje y lo caracteriza, lo levanta en la ficción para que nos parezca vivo en la realidad con una sencillez y una sobriedad que despiertan toda mi admiración.


Texto recomendado: Mi nombre es Sheb Wooley, en el blog de Alma

Margaret Millar: Semejante a un ángel (3). ¿Dónde están todos los muertos?


El maestro de la secta se ha casado con una anciana que era la dueña de la finca y de la torre en la que ahora moran él y sus seguidores. Quinn habla con el maestro y, mientras, la anciana los espía. Entra de repente en el cuarto y empieza a hablar de los que ya se fueron, de los que murieron antes que ella, de una manera que la describe a la perfección en una escena que empieza siendo patética y acaba por enternecer, casi por acongojar al lector.

-... Ya te dije que estaba sola, triste, desamparada...
-No te han abandonado, Pureza.
-Entonces, ¿dónde están todos? ¿Dónde están mamá y Dolores, que me traía el desayuno? ¿Y Pedro, que sacaba brillo a mis botas de montar? ¿Y Capirote? ¿Dónde están todos? ¿Dónde han ido, Harry? ¿Por qué no me llevaron con ellos? Oh, Harry, ¿por qué no me esperaron?
-Calla, Pureza. Debes tener paciencia -atravesó la habitación, la abrazó y acarició su diezmado cabello y sus hombros demacrados.- No debes perder el valor, Pureza. Pronto volverás a verlos a todos.
-¿Me traerá Dolores el desayuno a la cama?
-Sí.

-Y a Pedro ¿podré golpearle con la fusta si no me hace caso?
-Sí -la voz del Maestro era un susurro exhausto-. Todo lo que quieras.
-Podré pegarte también a ti, Harry.

-Está bien.
-Aunque no muy fuerte. Sólo un golpecito en la chola, que pique un poco, para que sepas que estoy viva. Oh, qué lío. ¿Cómo podré darte un golpecito en la chola para que sepas que estoy viva si no estaré viva?
-No lo sé. Por favor, basta ya. Por favor, tranquilízate y vete a tu habitación.

El talento para el diálogo de Margaret Millar, su concisión y su acercamiento a un tema como el de las sectas no es meramente anecdótico en la novela, no es algo que aparezca sólo de pasada, como ruido de fondo. Y eso aleja a esta novela de tantas otras novelas negras que tocan los temas superficialmente, sin abordarlos en profundidad, como ocurre con la mayor parte de las que ahora se publican y se leen.


Lectura recomendada: relato "Estampa napolitana", en el blog de Mayte Llera

Lorenzo Silva: El alquimista impaciente (introducción y guía de lectura de Germán Gullón)

Que un crítico y escritor de la talla de Germán Gullón escriba la introducción y se encargue de la guía de lectura de una novela negra escrita por un autor español en la colección Austral Narrativa es, sencillamente, para celebrarlo. Tenemos así la novela negra en el salón, en la mesa de estudio, entre los que más saben de literatura, entre quienes la estudian con detenimiento. Es para celebrarlo.
Gullón, además, escribe lo siguiente sobre ésta y otras novelas de Lorenzo Silva:

Entramos en sus textos y la desazón experimentada a diario por las noticias de la prensa, rebozadas de sensacionalismo, que llevan a experimentar un perpetuo estado de precariedad e impotencia, se desvanece.

Y eso es para celebrarlo doblemente, pues vemos que la buena novela negra no es ya para todos los críticos una hermana pequeña, un sueño eterno de quiosco, una bella durmiente e inútil, sino literatura a secas, literatura importante y con valores muy destacables, utilísimos en nuestra sociedad protestona e infantilizada, como muy bien señala el propio Gullón en su magnífico texto para el libro. Dice también Gullón, con muchísimo acierto:

La novela de crimen adopta con frecuencia la denominación de novela negra por una razón: estos textos exploran la zona en sombra donde florecen las motivaciones inconfesables de la conducta humana, sus orillas oscuras.

En el estudio analiza la obra y deja abundantes y novedosas meditaciones sobre la novela negra y una contextualización del género interesantísima, así como una acotación a la afirmación de Mari Paz Balibrea en un artículo considerando a autores como Lorenzo Silva y Alicia Giménez Bartlett más conservadores y conformistas que Vázquez Montalbán que me parece fundamental para saber por dónde va la actual novela negra española. Un libro imprescindible.

Gran Torino, de Clint Eastwood


No lo entiendo. La crítica, una vez más, va por un lado y yo por otro. "Gran Torino" es una película con una historia floja, muy floja (un "Karate Kid" con un trasfondo clarísimo de western contemporáneo), que parte de un planteamiento falso y que en nada se sostiene: el cambio repentino, milagroso de un ex soldado ultraconservador y racista que acepta meterse en una fiesta vecina llevado de la mano de una chica a la que hasta ese momento ha despreciado, como a todos los de su raza, sólo porque no son blancos. El milagro, en este infausto guión, se debe a que el personaje interpretado por Clint Eastwood se queda sin cerveza. Y entonces se mete en un mundo ajeno, se mueve como pez en el agua en una reunión de adolescentes y tiene el buen tino de ver, en cuestión de segundos, que una muchacha está loca por un muchacho que no se ha apercibido de ello. La escena a mí me daba grima verla. También me dan grima la escena en que un anciano Eastwood golpea con el puño a un chaval que lo derribaría al menor esfuerzo y otra escena en la que amedrenta a unos pandilleros y los deja pensativos, tocados, meditabundos ante su despliegue varonil y de sensata violencia. En fin. "Gran Torino" me parece una película de relleno para la doble sesión, una comedia -uno se ríe alguna que otra vez, eso sí- para adolescentes y para gente que quiere pasar el rato pensando que ha pensado mientras está cómodo en su sillón de espectador. A mí, sencillamente, me resulta insustancial, tramposa (el personaje del cura y la confesión no se aguanta ni siquiera en un guión de telefilme), trasnochada y vana, absolutamente vana. Como buena parte de la filmografía de ese supuesto gran cineasta llamado Clint Eastwood.

Cleaner, de Renny Harlin

Previsible, intensa y proclive a dejarlo todo atado y bien atado, sin un elemento sobrante, esta película tiene a su favor el haber contado con dos actores de categoría (Samuel L. Jackson y Ed Harris, éste último uno de los pocos que pueden presumir de no tener altibajos en su carrera y hacerlo siempre, como mínimo, bien), una puesta en escena cuidada y algunas ralentizaciones que no aportan poesía pero sí dejan espacio para meditar un poco y ver en perspectiva la historia. No es una gran película, pero está muy por encima de casi todas las que hoy en día llegan a los cines provenientes de los Estados Unidos y logra acercarse en algunas escenas (con Jackson y Harris recordando que eran compañeros, que pueden seguir siéndolo) al mejor cine negro clásico. Abusa de los tópicos de la ausente a la que se echa mucho de menos, de la bondad de las relaciones familiares, y también insiste en el tema de la corrupción policial sin llegar a descubrirnos nada nuevo, pero orilla con tacto los aspectos más trillados de tantas otras tramas que desembocan en clase B directamente. Y que haya palabra, diálogos, personajes y no tiros por doquier y una banda sonora matizada, variada, sin chanchán y ritmos frenéticos resulta todo un acierto. No es una obra maestra esta película, está más cerca del puro entretenimiento, pero sin excesos de cartón piedra, sin trampas idiotas y con un cierto swing en su desarrollo, no es rechazable y deja al espectador con más ganas de ver cine negro. Lo que no es poco.

Margaret Millar: Semejante a un ángel (2). Desfalcos


El caso se cruza con otro, en que una mujer ha desfalcado, aprovechándose de su puesto en el banco de una pequeña ciudad, una buena cantidad de dólares. Quinn ha hallado la pista la pista del hombre al que buscaba, pero ha llegado tarde: sólo queda un rastro de muerte tras él, pues se mató en un accidente de coche. El caso está cerrado y los detalles los conoce gracias al editor del periódico local. Éste le cuenta la historia de la desfalcadora. Aquí, la pericia de Margaret Millar es grande, pues utiliza a un personaje neutro para hacerle llegar al lector -también a Quinn- la información mediante unos entretenidos diálogos. Eso le evita tener que recurrir al flashback, que salir de la historia rompiéndola, alterando su ritmo. Ya sabemos que Millar era esposa de Ross Macdonald, y la coincidencia en el planteamiento de esta novela con las de Macdonald de la serie Archer es innegable, pero eso no resta valor al trabajo de ninguno de los dos, pues difieren en la mirada -Millar es más punzante, no permanece tan atenta al detalle lírico ni a la psicología de los personajes - y en el hilado de la trama. Resulta sorpendente, eso sí, que sea en esta novela donde hallemos más dureza, no en las de Macdonald, y podríamos decir que "Semejante a un ángel" es más negra, más seca, más cruda. Volvamos al inicio. A las palabras del editor sobre la desfalcadora:

Me interesó otro punto. Alberta Haywood parecía una persona incapaz de cometer un delito semejante. Averigüé que esa apariencia es lo que tenía en común con los demás. El desfalcador medio no tiene antecendentes de deshonestidad, no actúa como un criminal, no se considera uno de ellos. Muy a menudo la comunidad tampoco les considera como tales, normalmente porque devuelven parte del dinero a la gente a la que han defraudado. La ciudad de Chicote respaldó seriamente a Alberta Haywood. Les robó más de cien mil dólares, pero los Boy Scouts tienen nuevo mobiliario en el club y la sociedad de niños inválidos tiene una furgoneta nueva. Es una forma de pensar absurda, por supuesto, como recibir una puñalada por la espalda y contentarte después con un pirulí para aliviar el dolor.

He aquí un ejemplo más de la validez de la novela negra, de la validez de la novela en general. Gracias a ficciones como ésta podemos entender mejor al que comete un delito, al que lo ampara, al que lo perdona. Gracias a novelas como "Semejante a un ángel" conocemos mejor al ser humano, sus contradicciones y sus prejuicios, sus miedos: lo que lo define, en lo más profundo, como ser humano.


Lectura (muy) recomendada: El relato "Dulce María", en el blog de Raúl Ariza.

Antonio Pomet: Devoradores


Este libro se abre con el relato titulado "El apartamento", en el que hay un hombre y una mujer que tienen un secreto y un acto pendiente de resolverse. Pomet es un autor nacido en 1973. En Granada. Este es su segundo libro de relatos, que ganó un premio -es lo de menos- y viene avalado por Luis Mateo Díez, que le ha dedicado palabras elogiosas. No son vanas: Pomet tiene un estilo, historias que contar y una mirada propia, sagaz e inconformista. Este relato está mantenido por un pulso firme y una narración limpia, muy bien llevada, con apuntes muy notables -la historia ocurre dentro y fuera del apartamento, pero éste es la clave, y Pomet lo ve como a un ser vivo, nos acerca a ese espacio con inteligencia y con una dosis bien administrada de extrañamiento y mitificación-, y es una magnífica entrada a un libro que promete y que parece ser el de un autor cuajado y con mucho que decir.
El segundo relato, "La duración", confirma lo apuntado más arriba. También hay un hecho criminal: alguien comete un asesinato. Pomet narra develando, como si apartara capas de cebolla, entregando pedazo a pedazo la historia y su significado. Hay una evidente intención de sorprender al lector, pero no lo hace recurriendo a trucos ni a elementos sorpresa que a la postre resultarán ingenuos, sino acompañando al personaje principal de una manera tan cercana que es como si el narrador fuera una cámara pegada a su costado. No es ajeno Pomet a la influencia cinematográfica, pero el ritmo de la narración, los símbolos y los pensamientos insertos en ella alejan radicalmente al relato de la superficialidad y la contemplación a flor de piel: Pomet es un escritor que opera mediante asociaciones, que crea a sus personajes con una acertada profundidad que se ve reflejada en el mundo exterior y lo que eligen los personajes para contemplar, para que sus obsesiones y sus miedos y sus ideas tomen cuerpo. En suma, este relato es superior al primero y confirma la capacidad para las atmósferas del autor granadino y su destreza para contar con palabras precisa y envolventes.
Fallido me parece el tercer relato, "Alguien mucho más libre", en el que un hombre tiene un accidente y casi a la vez es abandonado por su esposa, que ha encontrado una prueba de su infidelidad. Pomet intenta equilibrar la narración exterior con la interior y no equilibra un relato que no cumple las promesas mostradas en la primera escena y ronda la irrealidad hasta caer al otro lado del espejo pero alejando al lector, que no se inmiscuye y se distancia con el exceso de narración sobre la intimidad del personaje y con una escena en casa de unos vecinos que resulta abrupta e innecesaria. Aquí el juego de Pomet con el misterio se acerca a la frontera de lo soñado y se despeña porque se juzga demasiado, se ven los hilos que llevan al personaje de aquí para allá, como una marioneta, sin dejarle vida propia.
El cuarto relato, " Ladies & gentlemen", nos traslada a los Estados Unidos y a la caída de las torres gemelas de Nueva York. Pomet maneja con exactitud y gran habilidad los hechos y la ficción mediante las experiencias de varios personajes que lo vivieron en primera fila. Aquí, la huella de Raymond Carver es evidente: incluso en la propia narración hay un cierto cambio de tono que lleva a cabo Pomet con acierto y con sutileza. Todo el relato está compuesto de acciones, lo que mejor se le da a Pomet, relevantes, significativas, que definen a los personajes y los dotan de vida e interés. No hay, como en el anterior relato, un manejo de los personajes que los hace parecer marionetas al servicio de una idea. Y no hay extrañamiento ninguno tampoco, ni importa si Pomet ha estado alguna vez en los Estados Unidos ni si se acercó a las Torres Gemelas. Su relato es genuino gracias a los personajes creíbles, a las escenas sin tremendismo ni vacua esperanza o desesperanza sentidas de manera vicaria. Es un ejemplo de que la buena literatura sólo necesita que haya detrás un escritor que sepa escribir y que sea honesto con lo que cuenta. Pomet firma un relato de gran calidad, uno de los mejores del libro, paradigmático, hondo y flexible, con cuatro o cinco momentos de una altura sorprendente y meritoria que le empujan a un lugar al que pocos escritores de relatos con sólo dos libros publicados -quizá ni con tres ni con diez- han podido ni siquiera acercarse, pues su realismo vigorizante y su radicalidad imaginativa son facetas que se encuentran en los escritores de raza, en los escritores con talento y -lo que a veces es más importante- con cosas nuevas que decir.
El sexto relato, "Una fecha exacta de verano", nos sumerge en el mundo de una residencia de ancianos narrándonos los días que pasa un hombre que ha ido a parar allí pero que considera que su vida sigue aún abierta. No es un relato conseguido porque Pomet ha confundido la ambición con la acumulación y ha tratado de encajar demasiados elementos en una historia que habría funcionado mejor con una línea más clara, centrándose más en lo que apunta en las líneas finales. Es también un relato en el que se explica demasiado, en el que el narrador insiste en explicarnos demasiadas cosas y en movernos excesivamente en la dirección que quiere marcarnos, algo que deja sin vida a los personajes, como ya he comentado más arriba que ocurre también en "Alguien mucho más libre". Así, puede llegar a cansar su lectura y aparta al lector del interés que las peripecias e ideas del personaje principal sin duda tienen.
El quinto relato (deliberadamente lo traigo aquí, al final), "Devoradores de Saturno", es uno de los que más me han emocionado de cuantos he leído en los últimos años, desde la primera a la última línea. Es uno de esos relatos dignos de aparecer en antologías, de los que definen la trayectoria y el impulso de un autor nuevo que crece de manera imparable. Pocas veces lee uno con el ánimo tan concentrado, tan pendiente de cada detalle, cada voz, cada gesto. Es un relato que se acerca a la perfección, ni más ni menos. Cuenta el viaje de un hombre, su mujer y sus dos hijos al entierro del padre de él, que abandonó a la madre y que se ha suicidado. Cómo nos muestra Pomet a la madre, a la hermana del hombre (que es el narrador también: un gran acierto que sea él quien vaya diciendo la historia, quien la desgrane con una voz en la que laten una honda verdad y una inconfundible sensación de estupefacción y pérdida, y un avance en el buen hacer de Pomet, que integra sin que se choquen los mundos interior y exterior con soltura y pericia técnica mediante un tono intimista y cercano que no por conocido resulta fácil ni creíble ni compartible, escollos que solventa con alta nota nuestro autor), a la propia mujer y a los hijos en pinceladas definitorias y vitalizantes me parece magistral, tanto por la sensibilidad como por los momentos de extrañamiento, de cercanía dolorosa, callada e interrogatoria, como por los huecos, los silencios, lo que no se dice y se va percibiendo igual que el rumor de un río que avanza hacia nosotros inexorable. En este relato realista, lleno de sabias ausencias y dolor que se disfraza con otros nombres, Antonio Pomet ha dejado lo mejor de sí mismo como escritor en este libro y una pieza ineludible (qué gran escena es aquélla en que le pide a la mujer, en la casa paterna, que le muestre los pechos: qué concisión, qué escrupulosidad narrativa, qué bien muestra las sensaciones encontradas) para todo aquel que quiera saber de qué habla, cómo habla y en qué terrenos se mueve uno de los más pujantes autores de relatos de nuestro país.



Texto recomendado: La esposa del gálata, en el blog de Isabel Barceló

Texto recomendado: Reseña de Care Santos del libro "Anónimos", de Miguel Sanfeliu

Microrrelato en Andalucía, edición de Pedro M. Domene






Acaba de editarse un volumen especial de la revista del Grupo Batarro dedicado al microrrelato en Andalucía en el que se incluye a autores como Manuel Talens, Fernando de Villena, Felipe Benítez Reyes, Hipólito G. Navarro, Fernando Iwasaki, Vicente Luis Mora, Javier Puche, Cristina García Morales, Ángel Olgoso, Guillermo Busutil, Antonia Moreno Cañete, Miguel Ángel Muñoz. El editor, Pedro M. Domene, crítico de literatura y novelista, ha tenido a bien incluir cinco relatos del que suscribe, cuyos títulos son: "Amarte aunque no te tenga", "El Pepu", "El niño", "Tres amigos" y "Yo te perdono".



Nota: Para conseguir un ejemplar: Librería Prometeo y Proteo (Málaga) o el Grupo Batarro [ Apartado de correos, 172. 04600 Huércal Overa (Almería) y correo electrónico: pmd@cajamar.es ].