Para Robert Frank, fotógrafo


Realizó un trabajo que nadie que lo vea podrá olvidar: subió a su familia a un viejo coche y paseó con ella por los Estados Unidos mirando, fotografiando, sintiendo desde los dos lados de la cámara y de la mirada, viendo lo que nadie había visto profesionalmente, captando lo que otros rechazaban, positivando lo que para otros eran fallos del medio, de la lente y del obturador. Robert Frank, el fotógrafo al que más he admirado, al que quise parecerme en mis años de fotógrafo de asociación y de exposiciones en Almería, al que presenté a alumnos del Centro Andaluz de la Fotografía en un curso aún como primicia, como autor por descubrir y reivindicar, como maestro secreto de un arte, el fotográfico, aún poco apreciado -aunque empiezan a venderse caras las copias y ya los listos de turno calibran y ensalzan, triste mundo éste del tanto vales tanto eres - y enmarañado con la presencia de tanto "artista que utiliza una cámara". Robert Frank es el fotógrafo de los intersticios, es el fotógrafo más democrático y más sagaz, el que se fija en los desfavorecidos, en los insignificantes, en los que son como tú y como yo: la camarera entristecida de un bar, el viandante, el caído en la calle, el negro de los Estados Unidos de la segregación racial. Qué poco se habla de esto, qué poco se dice que Frank es un autor social, un autor comprometido, un hombre de la calle que respeta y trata con cariño a los que son de la calle. Se le magnifica porque retrató a los americanos, pero se olvida que nadie quería publicar su mítico libro porque no ofrecía una imagen idílica de ellos; se le alaba pero se olvida que un día, en lo más alto, guardó su cámara y no hizo fotos para no repetirse, para no forzarse a sentir, para no ser una máquina detrás de la máquina; se le incluye en los libros de texto, se le dan premios, escriben sobre él los críticos cultos y los adoradores de los desiertos estadounidenses, pero no se tiene en cuenta que es indomeñable, inasible, como sus fotos, que está vivo y nada puede reducirlo, tampoco este texto, ni explicarlo, tampoco este texto, porque se ha colado por una rendija, porque ha hecho seguro una nueva foto que nos aclara la mirada, que es un ejemplo de verdadera libertad en este mundo gris y sometido a la presión de la publicidad, las marcas y los políticos que tienen amo y señor. Robert Frank es un artista libre. Cada palabra que decimos o escribimos sobre él nos lo acerca y nos lleva a salir de nosotros y nuestra reducida visión de las cosas. Robert Frank, con cada foto, nos regaló humanidad y auténtica libertad, auténtica fraternidad, arte que nunca va a caducar. En blanco y negro, sus fotografías son el mundo.


(Para Inma Lucena, que recuerda a Robert Frank, y para Nerea Plata, que espero que lo descubra pronto)