Teniendo detrás a Steven Bochco, creador de Canción triste de Hill Street, la calidad de la serie se presupone. Y también se constata cuando la ves. Los personajes y las tramas están perfectamente definidos, son creíbles, y los sigues con atención e involucrándote, porque los unos se vuelven amigos y las otras generan interés. El personaje que interpretó David Caruso era la contracara del interpretado por Dennis Franz y nos servían ambos para saber que pueden tenerse amigos muy diferentes a lo que somos o creemos ser nosotros mismos. Uno, alto y con ojos azules; el otro, bajo, calvo y gordo. En el primer episodio, mientras habla con el gordo, postrado en la cama de un hospital inconsciente, le dice el de los ojos azules que le quiere como a un padre y que no está preparado para que le deje. Una familia que uno se construye, que no se corresponde con la biológica; una hermandad que nace del vivir juntos y padecer situaciones duras. La amistad, uno de los mejores valores que puede ofrecernos esta sociedad enferma de egoísmo y de gente solitaria. La camaradería, palabra en desuso pero que definía tan bien esas relaciones entre dos hombres o dos mujeres que se querían tal como eran, sin sexo de por medio, sin cuerpos de por medio, sino ofreciendo y dando algo que antes, acaso ingenuamente, decíamos que partía del alma.
Lectura recomendada: Parábola de los talentos
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