Graham Swift: " La luz del día" (5). Los hechos fatales.

La novela avanza desvelando las pequeñas imperfecciones de la vida cotidiana, el narrador nos cuenta los pequeños detalles que lo hacen todo más profundo, inasible, absolutamente subjetivo. Repasa los momentos anteriores a la muerte del adúltero, cuando lo siguió con su coche por las calles. Nos cuenta que se calló cosas que ya nadie va a saber nunca: ni su cliente, a la que ama, ni la policía, ni su hija, sólo su conciencia. Vemos poco a poco que las personas somos islas, que incluso aquellos a quienes más amamos y están más al alcance de nuestra mano, de nuestra voz, tienen tantos pequeños detalles y secretos dentro de sí que seguramente esconden otro mundo, otra persona completa de la que jamás tendremos noticias, a la que sólo esporádicamente - acaso por error - llegaremos a entrever. Un parpadeo - ¿ella es así?-, una frase - ¿ella es así?-, un gesto inesperado - ¿ella es así?-, una foto de otra época -¿ella es así?-, una grabación-¿ella es así?-, tantas pequeñeces que son pistas. Porque Swift ha elegido a un detective como narrador y su indagación es hacia adentro, busca en el interior de los hechos y las personas. También dentro de sí mismo. ¿Todo podía haber ocurrido de otra manera?, se pregunta el detective. Y repasa la noche del crimen, recuerda los días anteriores, luchando contra la fatalidad en una guerra perdida de antemano.