El detective privado George Webb recuerda un caso que ha marcado su vida: una mujer, Sarah, le encargó que siguiera a su marido, Robert, que estaba liado con la asistenta, Kristina. Ésta vivía en la casa del matrimonio, era croata y estaba en el país gracias a que la habían acogido. Primero había sido alumna de Sarah y cuando su situación en el país se hizo difícil la invitó a vivir con ellos. Sarah la metió en su casa y en la vida de su marido, ginecólogo de profesión. Webb narra la historia en primera persona cuando ya han ocurrido algunos hechos definitivos que va contando poco a poco con un estilo muy personal, de frases cortas y con algunos acotadores paréntesis. "El aparcamiento estaba en plena ebulición. Los carritos pasaban a toda velocidad. Los maleteros bostezaban." Eso, a las puertas del supermercado. "Me miró y, por alguna razón, sonrió. Una sonrisa tan indefensa como sus rodillas. " "Pero ¿qué hace una persona cuando todo eso se viene abajo? Hay que seguir comiendo. (Y la comida es un sustituto bien conocido del amor)" Rapidez en la mirada del detective, en llegar a conclusiones, en decir lo que ve y cómo lo ve. Y acaso penséis que sólo es una historia tópica. Pero el autor es un escritor de los más talentosos y reconocidos de nuestros días, escribió la famosa e importante "El país del agua". Así que esto sólo es el principio.