Y en su repaso a los lugares en que ocurrieron los hechos llega a la casa de ella, su clienta, a la que ama. La casa en cuya cocina ella mató a su marido. Pasa el tiempo. La vida es efímera, hasta lo que parece más trascendente se vuelve aire. "La inocencia de las habitaciones, de las casas. Su discreción, su silencio. Una cocina maravillosa, maravillosamente equipada. Luz de invierno en las cacerolas de cobre. En la sala, en el comedor, una sensación de calidez y confort, o de lujo, según la escala de valores de cada cual. Buena vida, dulce vida. Esa manera que tiene la vida de irse amueblando, de ir acumulando cosas. Nuestras cosas. La inocencia de las alfombras, de los cojines, de los espejos, de los floreros. ¿Quién habrá vivido aquí?" Y allí habían vivido dos que se quisieron, que se amaron de verdad. Allí había estado la otra, de la que se enamoró el marido. Allí la mujer lo mató. Pero ¿qué queda después?