Hay más páginas memorables, como en las que habla de su padre, fotógrafo de estudio que empezó haciendo fotos en la playa hasta que aprendió y mejoró su clientela. Esas fotos de su padre se utilizaron después para casos policiales, para el periódico. Su padre tenía un talento especial y conseguía que salieran bien todos los retratados, conseguía apaciguarlos si venían alterados, poner en su cara una expresión que convirtiera en buenas las fotos. Cuando Webb era policía a veces algunas fotos de su padre llegaban a la comisaría y él miraba por detrás para saber si llevaban el sello identificativo: Webb´s Chislehurst. “Personas desaparecidas… Se hacían copias. Puede que la persona hubiera desaparecido, pero la fotografía se multiplicaba. Y fuera cual fuese el resultado -un cadáver, una detención, un fracaso-, la foto seguía ahí, sonriente, indemne… O los periódicos locales. Los periodistas tenían que hacer lo mismo: ´¿Hay foto?´ El mismo extraño orgullo. El niño muerto en un accidente: posando con el uniforme nuevo del colegio y una sonrisa angelical… El violador que en tiempos fue a la universidad…”