Hay escenas de violencia en las novelas de Andreu Martín, pero son escenas necesarias, es una violencia real y casi diría que palpable: la que sacude nuestra mirada en la portada del periódico, la que recitan impávidos los locutores de los noticiarios, la que comentan los tertulianos después del primer café de la mañana. Pero Andreu Martín se ha documentado, ha llevado su nariz al lugar donde quedan restos de lo ocurrido, se plantea qué hay detrás y a quién beneficia - por algo es un autor con el corazón a la izquierda -, quién engaña mostrando sólo lo evidente y quién mueve en verdad los hilos. La violencia - los disparos, los muertos, los heridos - no está servida como un plato truculento y rebosante de sangre, sino como un plato necesario que se mira, se rechaza porque da asco pero no se puede negar que existe y sí les apetece a otras bocas. Nuestra sociedad está fundada, basada en una violencia latente, sorda, reprimida, a veces institucionalizada, y creo innegable que además es una violencia en aumento, que refleja los rencores, las frustraciones, los desarreglos amorosos, los desencuentros, pero también la insatisfacción, la desrrealidad creciente, la agonía de ciertas maneras de control y sometimiento a través de la manipulación y el miedo: a perder el trabajo, el estatus, la integración en lo que llamamos sociedad. La obra de Andreu Martín, tan necesaria, nos habla de todo eso, ayuda a ver y descubrir y destapar lo que se oculta en las cloacas del poder y en las alacenas de los poderosos.