Me cuenta mi amigo Raimundo que acaba de recibir una nota de rechazo de una editorial. El pobre mandó su novela - policíaca- el viernes pasado adjunta en un correo electrónico y esta misma mañana le han remitido ya la respuesta, negativa, después de haber valorado la novela y no hallar que encaje en la línea de lo que editan. Me dice Raimundo que, aunque triste, también se siente afortunado, porque cree que va a pasar a la historia por haber conseguido algo que seguramente nadie hasta ahora logró: el rechazo editorial más rápido de la historia. Lo que puede valerle aparecer en algún libro de esos de récords. Según Raimundo, su novela ha sido valorada y desestimada no en días, sino en horas, ya que hace así sus cuentas: mandó el viernes a las 18:37 el manuscrito, se lo rechazan el lunes antes de las dos de la tarde, descuenta el sábado y el domingo porque son días para descansar y llega a la conclusión de que en algunas horas de la presente mañana han abierto el archivo, han leído su novela, han valorado su estilo, la historia, la trama, las intenciones líricas y narrativas, la adecuación de paginado y capítulos, la composición de los personajes y la ambientación, etc, y han podido concluir que no merece la pena publicarla. Me habla Raimundo sin pena, gozoso, porque en cuanto cuelgue el teléfono - tiene uno de esos antiguos - va a meterse en Google para buscar la dirección electrónica del Guiness. No sé si llorará antes o después, pero me parece claro que está triste, próximo a la desolación, pues ha tardado un año en escribir su novela y otro medio lo ha invertido en corregirla, operación en la que han caído muchas hojas, como en otoño. Raimundo es un escritor que nunca ha publicado una novela, que es un novel, y sabe que ésa es su cruz: el mercado editorial español se ha profesionalizado, hay más exigencia y mejores lectores de editorial -algunos muy rápidos, coño, que parecen pilotos de fórmula uno, ha apostillado -, lo que hace que todo el mundo vaya sobre seguro y se mire muy detenidamente la rentabilidad del producto. Ah, pobre amigo, que cree en la literatura, que tiene una visión nostálgica y romántica del escritor - ése que decía lo que sentía con pasión y con el diccionario de la verdad al lado, donde buscaba las palabras más profundas y bellas. Raimundo, le he dicho, publica tu novela en un blog, que no te cuesta nada, y con un poco de suerte te leerán más personas que si la editara una editorial como la que te ha rechazado, que podría haber editado tu libro pero habrías sufrido al ver que se pierde entre tantísima novedad, al fondo de las mesas de las librerías, y moriría al mes, cuando el librero la devolviera a la editorial -algo que pasa excepto que se trate de novelas que venden mucho o muchísimo y tienen detrás una promoción intensa-: alégrate, una vida nueva se abre ante ti. Puedes ser un innovador. Olvídate del Guiness y crea un blog ahora mismo, con el título de tu novela. Tendrás de inmediato comentarios de gente que te leerá y la novela estará más tiempo a disposición del público que si la vieras editada en efímero papel. Es el momento del cambio. Fíjate: escribe en Google el nombre de un autor, entrecomíllalo, escribe el título de una de sus obras, entrecomíllalo, y verás que no aparecen los críticos de los grandes periódicos, ni la editorial, sino primero y ante todo comentarios, críticas y valoraciones de personas que tienen un blog y escriben con placer, con absoluta libertad: esto sí es de verdad una revolución, amigo romántico.