Los ricos, como los tiempos, cambian. No es lo mismo ser un rico cuando hay cámaras que te persiguen. Antes imaginábamos - y sufríamos, unos más que otros - a los ricos como seres distantes, tocados por alguna gracia que a nosotros nos era negada. Se les veía de lejos y nunca se les hablaba, a menos que se dignaran hablarte. Podían ser- y eran - altivos y prepotentes. No tenían que mezclarse con la chusma. Pero ahora la chusma - tú y yo, hermano, que no poseemos acciones y soportamos una hipoteca y acabaremos de pagarla ya calvos - se planta delante del televisor y ve más cosas que antes. Sigue esa chusma - el pueblo llano - sin tener acceso a los privilegios de los verdaderos ricos pero ahora los nombra con cariño o con desprecio incluso por sus nombres de pila y hasta por los íntimos, que últimamente parece que ya todo se sabe. Por tanto, los ricos han tenido que cambiar: se adaptan a los nuevos tiempos y ya no son altivos ni despectivos, sino seres próximos, que también lloran y padecen, como el resto de los humanos - aunque el resto seguro que no puede permitirse ni el diez por ciento de lo que ellos consumen y despilfarran -, y han mutado en seductores, amables, cordiales personajes a los que se les hacen preguntas o te venden sus éxitos como si fueras de su camarilla, su ejército, su tribu. Al detective privado Roscoe Brinker, antiguo policía de fronteras, le encarga un caso un rico: averiguar quién y por qué, sobre todo, mató a su maravillosa, atractiva mujer. Brinker duda, y entonces el rico vendedor de coches Mo Crain, medio dueño de la ciudad de Tucson, muestra la nueva cara del rico en el siglo XXI: "Crain se levantó y rodeó el escritorio. Su cara no tenía nada de extraordinario, pero su constante presencia en la televisión había hecho de ella una medida de la belleza masculina, la forma en la que los buenos hombres de negocios debían presentarse. Tenía un aspecto joven y lleno de energía a pesar de sus prematuras canas. Los jóvenes ejecutivos y los hombres de mediana edad pedían a sus barberos que les diesen el aspecto de Mo. Profesional, pero accesible, un cabello lo bastante largo como para que se agitara en la brisa cuando bajaba la capota. Transmitía un aspecto amistoso y cándido, curtido en televisión y con planta de tenista. Cuando estaba de pie, moviéndose, haciendo algo, irradiaba una sencilla confianza." ¿Quién dijo que ya no hay lucha de clases, que desaparecen las diferencias sociales?