Era su propósito y lo consiguió: “El blanco móvil “es una novela negra que cuenta algo muy parecido a una tragedia griega. Hay dos temas que destacan: la guerra y el dinero. Publicada en 1949, es la primera novela de Ross Macdonald que protagoniza el emblemático, profundo y lírico detective privado Lew Archer. Le encargan el caso porque se acuerda de él un amigo y abogado de una familia cuyo padre ha desaparecido. Es un magnate del petróleo y un hombre respetado pero poco querido, ni siquiera por su esposa. Archer empieza a investigar y la primera pista le lleva a conocer a una actriz venida a menos, de la que saca poca información. Tampoco obtiene demasiada de un santón al que el magnate, reblandecido por su creencia en la astrología, le ha cedido un terreno. La trama avanza lenta pero segura y al poco unos secuestradores le exigen a la familia cien mil dólares por liberar al padre. Archer actúa solo y cada vez está más cerca de la verdad, de los secuestradores y del lugar donde se encuentra el poderoso secuestrado. Pero la codicia no respeta a nadie, no se priva de guiñarle un ojo a nadie. En un tiempo en que los hombres habían vuelto de la guerra y muchos se hallaban fuera de lugar, aún sin adaptarse a la vida civil, con marcas que jamás nada podría borrar en su cuerpo y en su mente, las vidas habían perdido valor y el dinero reemplazaba cualquier creencia. Algunos acaban muertos por no cejar y otros desearán estarlo más tarde, cuando los instintos y el deseo de revancha los hayan convertido en peleles. Macdonald desnuda a una sociedad que devino superficial y cautiva del poder y de las posesiones. Valiéndose de un estilo lleno de aciertos expresivos y una sinceridad sin igual crea unos personajes a los que vemos por fuera y también por dentro, con todas sus miserias y sus pasiones y sus miedos y sus frustrados deseos. Porque el crimen transforma y destruye, le oímos decir y meditar entre líneas, anula y deja al hombre sin sus valores, hace más débiles a las víctimas y aumenta la desigualdad. No hay esperanza, tal vez, y quizá un hombre solo no sirva más que para levantar acta de la maldad que anda suelta. Al acabar la novela sabemos que no es fácil seguir creyendo en el ser humano, que es tarea de idiotas no ver la realidad. “El blanco móvil” puede considerarse acaso la novela mejor escrita de todo el género negro, una de las que más hieren y más se recuerdan. También una de las más útiles, de las más necesarias. La mirada llena de piedad que el narrador dirige a la hija del magnate, la caracterización fría de la esposa de éste, la evolución inquietante que padece el abogado, ciego ante el amor, revelan a un autor dotado como pocos para la traslación al papel de realidades palpables. Macdonald es uno de los grandes escritores del pasado siglo, más acá y más allá de los géneros, y alguna editorial debería rescatar sus novelas, ponerlas a disposición de un público que seguro las acogerá con los brazos abiertos.