La cabaña donde vivió sus últimos días el muchacho ejerce una irresistible atracción en Cordelia. A cambio de habitarla, trabajó haciendo labores de jardinero, aunque su padre es un hombre rico. Cordelia ve allí cosas que conectan con su propio mundo interior. "Se alejó de la cabaña con una sensación parecida al pesar, como si abandonara su hogar. Era, pensaba, un lugar curioso, de atmósfera pesada y que mostraba dos caras diferentes al mundo, como facetas de una personalidad humana. El norte, con su ventanas barradas por las plantas espinosas, la mala hierba que crecía junto a la cabaña, con su siniestro seto de alheña, era un ominoso escenario de horror y tragedia. En cambio, la parte trasera, donde él había vivido y trabajado, despejando y cavando el huerto y atando las escasas flores, donde había escardado el sendero y abierto al sol las ventanas, era un lugar apacible como un santuario."