No fue un oportunista Michael Collins (seudónimo de Dennis Lynds) al crear a un detective manco, porque no lo hizo para llamar la atención sobre una particularidad que individualizara de manera exótica, sino para marcar un carácter: el de quien, pese al impedimento físico, consigue ser una persona completa en la vida y en el trabajo investigador. Fortune tiende a mirar lo que le rodea con ojos evaluativos, críticos, y nunca se deja llevar por sus problemas personales. Es uno más, aunque no tenga dos brazos. En "Castrato", Fortune busca a un hombre que ha desaparecido y lo va conociendo merced a las palabras con que lo van definiendo quienes lo han tratado. Uno de ellos es su propio hermano, algo mayor pero que parece cortado por el mismo patrón. Estamos en California, a finales de los 80 del pasado siglo. Collins retrata a una generación, a unos individuos con señas generacionales comunes. Así, Frank, el hermano del desaparecido, Billy Owen, como éste, es un tipo "puramente americano" que dice: "Luché en una guerra que se inventaron los políticos y que después perdieron sin consultarme. Volví a un país donde todo el mundo quiere convertirlo todo en dinero o meterlo en un museo, y no me gusta ninguna de las dos cosas." Que añade: "No necesito nada de nada, Fortune. Quiero que me deje en paz. Quiero salir, ponerme detrás del volante y conducir. Ningún sitio donde ir, nadie a quien responder, nada que hacer. Rápido y sin vínculos y tan libre como quiera. Dormir todo el día y beber toda la noche. Encontrar a Billy u olvidar a Billy. Pero haga lo que haga, lo haré yo solo, así que ¡piérdase!" Palabras y personaje que perfectamente podríamos encontrarnos en una novela de Richard Ford, en un relato de Raymond Carver, ya que ellos y Collins poseen un oído fino para el diálogo y unos ojos atentos que recogen lo que está presente en una sociedad, entre unas gentes que definen a una buena parte de esa sociedad. Y es que la novela negra, la buena, la que perdurará, es también gran literatura, amigos, y nada tiene que envidiarles a los relatos más celebrados de los más reputados escritores. Son otros caminos, pero igualmente válidos.