Sigo creyendo en la utilidad de las novelas. Aunque las historias de ficción nos llegan a través de los más variados medios, aunque el cine parece haberle ganado espacio a la literatura, no dejo de sentir que la mayor verdad sigue brotando de los libros: más pura, más libre, completa. En una novela hay lugar para la meditación, el descubrimiento, para una introspección necesaria. Las novelas negras nos hablan de los seres que están al borde del precipicio humano, nos describen a la perfección sus pasiones y se centran en los momentos que pueden cambiar una vida para siempre. También nos sirven para comprender a los que no son como nosotros. Y lo que hay en nosotros de irracional. Pero las mejores novelas negras rompen los límites, tiran al lector de cabeza al precipicio, lo maltratan moralmente. P.D. James sabe que la novela ha de diferenciarse del cine, contar una historia pero a la vez profundizar en ella y en sus personajes, algo en lo que hasta ahora ningún arte ha superado a la novela. No hay en "No apto para mujeres" ningún personaje prescindible, presentado con descuido o a la ligera, porque la autora inglesa es ante todo una humanista que respeta a todos y cada uno de los seres a los que trata y conoce. Ésa es su primera lección, su primera verdad. La segunda es que el lector es un ser adulto, al que no cabe engañarlo ni manipularlo con una trama compleja y hueca ni con giros sorprendentes y zafios. Quien se acerca a un novela espera algo que sólo una novela puede darle, y James se lo da. Una detective privada que acaba de heredar una agencia y una pistola es contratada para investigar qué llevó al suicidio al hijo de un eminente científico. Sola, sin más experiencia que los consejos legados por su mentor y jefe, un ex policía, recurre a las entrevistas con los amigos del suicida y a moverse detrás de cada detalle que abra una vía por la que llegar a conclusiones. El caso se complica cuando intentan matarla tirándola a un pozo. Hay un asesino que está inquieto porque ronda la detective y decide quitarla de en medio. Es un tópico, pero a la vez es el reflejo de lo que piensa el criminal impune. La táctica no obedece sólo a la inteligencia humana: algunos animales hacen ruido en un lado para que salten su víctimas por el otro, donde las esperan los compañeros cazadores. La detective, Cordelia Gray, agita la superficie dormida de los hechos y entonces los ocultos salen y actúan antes de volver a la oscuridad. Cordelia resiste y las verdades salen como conejos de su madriguera. El éxito, las relaciones entre padres e hijos, la melancolía, el amor oculto y el amor imposible, la huella sangrienta del dinero aflora y todo cobra sentido: matamos para reafirmarnos. P. D. James nos dice, por boca de Cordelia:" ¿De qué sirve hacer el mundo más hermoso si las personas que viven en él no pueden amarse las unas a los otras?" He aquí la conclusión. Y yo les digo, amigos, que esta novela es, junto a "Sangre inocente", quizá la mejor de su autora, y sin duda una de las mejores que he leído jamás, dentro y fuera del género, porque no hay nada en ella que resulte excesivo, utilitario, gratuito, y porque late detrás de cada página un instinto de defensa de la validez del ser humano absolutamente conmovedor y genuino. Se publicó en 1972 y todas sus verdades permanecen altas y hermosas como las flores de un jarrón en un cuarto lleno de luz.
Recomiendo: la lectura de la ejemplar crítica que Ricardo Senabre firma hoy en El Cultural a propósito de la novela "La soledad del ángel de la guarda", de Raúl Guerra Garrido.