Pero en la novela negra tiene que haber lugar para el esparcimiento, la alegría, las celebraciones. La novela negra es una manera de mirar el mundo, de percibirlo, de nombrarlo, de contarlo. Pero no es una mirada negra lo que define a las novelas de este género. La novela negra es contestataria, rebelde, es la novela de los que no se tragan las injusticias como pastillas, de los que sienten dolor ante las desigualdades, de los que creen que aún se puede hacer algo. Y no está llena de seres entristecidos, oscuros, resentidos, amargados. Se puede denunciar con una media sonrisa, se pueden señalar las causas de los desastres humanos y sociales sin escupir grisura. Hay en las mejores novelas negras un difícil equilibrio de desdicha y felicidad. "Posteriormente, Cordelia recordaba la excursión por el río como una serie de breves pero vívidos cuadros, momentos en los que la vista y el sentimiento se fundían y el tiempo parecía detenerse momentáneamente, mientras la imagen, iluminada por el sol, quedaba impresa en su mente. La luz del sol brillando sobre el río y dorando el vello que cubría el pecho y los brazos de Davie; Sophie levantando el brazo para secarse el sudor de la frente, mientras descansaba un momento después de utilizar la vara con que, apoyándola en el fondo del río, hacía avanzar la batea; hierbas de un verde negruzco arrastradas por la vara desde las misteriosas profundidades, que se retorcían sinuosamente por debajo de la superficie del agua; un ánade que movía su blanca cola antes de desaparecer en las agitadas aguas verdes."