En mi época de teenager, recuerdo que de un momento a otro, mi padre tuvo un curioso y nuevo pasatiempo. Se duchaba, se acomodaba ropa apropiada a la hora de ir a la cama, y comenzaba a leer un librito con tanta dedicación que ni se acordaba de ir a darme las buenas noches. Curiosa, decidí averiguar qué leía mi padre. Después de verle marcharse al trabajo, entré subrepticiamente a su alcoba. A un costado de la cama vi el dichoso libro. “Diez negritos” era el título, de Agatha Christie. Decidí leer un poco para saber por qué mi padre lo leía tan interesado. Y su historia me absorbió tanto, tanto que solo deseaba ver llegar el siguiente día para continuar su lectura. Allí nació mi amor y curiosidad por la novela negra. Un amor que a veces ha degenerado en desamor y olvido, pero de forma pasajera, porque tarde o temprano vuelvo a dejarme poseer por el suspense de una nueva historia, de una nueva jornada aventurera en donde la muerte es provocada y casi nunca quedan impunes las manos parricidas. Los norteamericanos se atribuyen haber hecho de la novela negra el género que es hoy. Recurren a Poe, y a los duros del movimiento "hard boiled", con Chandler y Hammett a la cabeza, para probar esta premisa. Recurren a la literatura del proletariado en los 30s, la inclusión de nuevos elementos narrativos que le ha dado expansión estilística y aceptación universal. El profesor en Hartford, Connecticut, Ronald Thomas identificó tres puntos fundamentales en la evolución de la novela negra: 1) Invención de la forma con Poe y sus tres historias de C. August Dupin, "Murders in the Rue Morgue," "The Purloined Letter" y "The Mystery of Marie Roget". 2) La perfección de la fórmula por Conan Doyle y sus historias de Sherlock Holmes. Y 3) El rechazo de la época dorada con los trabajos de Hammet y Chandler en los 20s y los 30s. Esta generalización de Thomas no es totalmente aceptada por ciertos estudiosos y teóricos del género debido a que Thomas falla, aducen, en demostrar claramente la lógica detrás de su clasificación. El escritor sueco Henning Mankell, quien no se cree el cuento gringo, piensa que la mejor novela del género es “Macbeth” y su creador puntal no es Edgar Allan Poe, sino que "fue inventada cuando nació la literatura, y es una de las tradiciones más antiguas que tenemos". Por su lado, algunos eruditos judíos se mofan de tal apreciación y presentan varios relatos de “El Talmud” que pueden ubicarse como pertenecientes al estilo negro. En lo particular prefiero novelas negras que siguen el modelo "hard boiled" de la escuela norteamericana y no el whoudinesco del estilo clásico inglés que amaba y defendía Borges, y que daba mas importancia a la inventiva del detective y no a las circunstancias y psicología de los personajes que intervienen en la historia del crimen. Sobre las virtudes literarias del género las polémicas abundan. Para Paco Ignacio Taibo II, la novela negra es "la nueva novela social del siglo XXI". Para Roland Barthes, el mundo de los gángsters es "el último universo de lo maravilloso". Para otros, como el académico George Grella, estamos ante un género ambiguo, "una metáfora que expande la culpa e inmoralidad universal". ("Murder and the Mean Streets: the Hard-Boiled Detective Novel"). Foucalt se refiere a la ficción detectivesca como "el discurso de la ley y la reafirmación del orden socioeconómico". Ralph Willet argumenta, sin embargo, que "aun cuando esta novela reproduce la individualidad burguesa al hacer diégesis de la sociedad capitalista y al descubrir el crimen", también busca mixtificarlo, al camuflagear las relaciones entre clases sociales, raza y sexo. "El problema que plantea esta literatura", parece coincidir Jesús Alonso Ruiz en su ensayo "Evolución de la novela negra: del detective duro al monstruo educado", "no es la solución del crimen, sino el grado de culpabilidad asumible por los buenos o los malos, cuya frontera se desvanece". Y yendo más lejos todavía, Xavier Antich asevera en La Vanguardia, que "Frente a la pretensión de explicar la realidad de acuerdo con teorías genéricas y universalistas, la novela negra opta, muy aristotélicamente, por prestar atención a lo irrepetiblemente singular: no hay tipos sino sólo casos, y cada historia es un universo fragmentado cuyo sentido, en última instancia, sólo puede reconocerse, provisionalmente, atendiendo a lo que tiene de irrepetible." ¿Por qué nos gusta leer novelas negras? Algunos sostienen que se debe a la afición por resolver rompecabezas, y como las reglas del juego son la ley de las posibilidades y de la verosimilitud, el lector piensa que en el relato él es el detective. Pero creo que mirar un juego de fútbol no es lo mismo que jugarlo. El placer de leer ficción detectivesca está en el reconocimiento de lo familiar contra el shock de la novedad, la emoción de lo oculto contra la satisfacción de lo descubierto; la interrogación de los sospechosos, el cuerpo argumentativo contra la revelación de la personalidad, es como si fuera tener al desconocido en el living-room. Otros hablan del lector como un voyeur o un masoquista reprimido que halla deleite en la pugna del instinto de la muerte contra el de la vida. Lo cual carece de lógica. La mayor parte de lectores vemos en las historias detectivescas un modo de reasegurarnos, creo, de que los individuos pueden triunfar donde el gobierno falla. Y aunque los detectives son gente común y ordinaria, que se entregan a riesgos extremos por defender lo que consideran su verdad, parecen sugerir con su conducta a todos sus fans que no importa cuán intrascendentes sus vidas puedan ser y cuán peligroso parezca el mundo, esa verdad será defendida por encima de todos los deberes y circunstancias y todas las trabas del sistema. Detrás de todo este razonamiento me queda clara la razón del uso de una estilística preconcebida en la novela negra. La preferencia por describir cosas en vez de ideas, los adjetivos intentan limitarse para reportar qué ha pasado y qué fue dicho, por encima de cómo se ha sentido. Algunos autores inventan una jerga propia de policías, detectives, criminales, abogados y políticos, porque como profesionales que experimentan circunstancias similares, ellos necesitan un discurso propio. En general, el lenguaje de la novela negra convencional tiende a ser lacónico, acérbico, conciso, pero sin dejar de ser ingenioso y provocador al mismo tiempo. Lenguaje que aísla y contiene, circula objetos y los pulveriza hasta hacerlos casi invisibles, "lenguaje tan dedicado a la yuxtaposición de objetos y sujetos que su coincidencia en un solo lugar viene a parecer como cierta presencia colosal: están allí en toda su contingencia bruta" (Gregory Forter). Otra preferencia estilística que advierto es el desarrollo de la acción en un ambiente urbano o la "jungla urbana", en donde las calles son inseguras, amantes resultan siendo asesinos (“El halcón maltés”), los amigos se revelan falsos y cínicos (“El largo adiós”) o un policía es probablemente el asesino (“La dama del lago”). Autores preferidos no tengo, sí puedo hablar más bien de obras preferidas: “Farewell, my lovely” (“Adiós, muñeca”) de Raymond Chandler, tal vez la novela mejor escrita del género, donde se maneja el tema de la lucha por alcanzar éxito a toda costa, y como antítesis de cualquier sentimiento amoroso. "The Underground Man" (El hombre enterrado”) de Ross Mcdonald por su complejidad en la trama y el inicio de temas que nunca antes habían sido tratados en el género: devastaciones ecológicas, las drogas y la alienación en la cultura de los jóvenes, que vino a denominarse después como la "brecha generacional". Hace tiempo, al leer la novela "El largo adiós", otras de mis favoritas, me encontré con la declaración de un personaje que ejemplifica un tema recurrente entre los autores de novela negra: "No hay ninguna manera honesta de hacer cien millones de dólares", dijo. Esta aproximación hacia los adinerados, la desconfianza que ellos inspiran y sus "tejes y manejes" en los enclaves de poder, están presentes en la novela negra de Chandler y los demás de su escuela, de ahí que el detective prefiera presentarse viviendo en modestas circunstancias, señal de probidad, como lo opuesto a los excesos de políticos corruptos, plutócratas decadentes, industrialistas descuidados e insensibles, policías criminales, mafiosos, explotadores, amantes del cohecho y el soborno. La novela negra es el espejo donde quedan retratadas las marcas siniestras de la sociedad que nos damos, el concepto del caos babeliano es un nudo interminable que puede a veces desatarse gracias a la imaginación de autores geniales y la participación de lectores cómplices como Francisco Ortiz y los visitantes de este blog. Este sitio se ha convertido en vocero útil para debatir temas del género, para hacer coloquio sobre novelas recién editadas o para recuperar el valor de las novelas clásicas y enjuiciarlas a la luz de esas vertientes y corrientes nuevas que van aportándonos autores contemporáneos. Misión cumplida, Francisco. Tu blog merece leerse. Sigue poniendo más y mejor tinta al tintero, tal como has venido haciendo hasta hoy.
(Texto solicitado a Ninoska Mermoud-Santiago como comentario a la encuesta realizada en este blog y para celebrar el primer año de publicación de textos)