John Connolly: El poder de las tinieblas ( y 5)


Los monstruos humanos. Los asesinos despiadados que cometen crímenes y no se arrepienten. Que matan y violan y ponen bombas y despellejan a sus víctimas y cenan luego tranquilamente. El protagonista de la novela, Bird, recuerda a su compañero de la policía, con un instinto inigualable para detectar el mal. Y nos explica que su instinto se basaba en detectar el mal ajeno pero en no profundizar en sí mismo para no llegar al punto en que detectase el mal propio, que lo apartase de su senda de rectitud moral. Bird sí lo ha hecho y luego se ha enfrentado a gente que hacía el mal - lo que él consideraba mal - y la ha combatido utilizando también el mal. Pero Bird es consciente de que ha hecho el mal igualmente, no se engaña; ha accedido a su lado oscuro y con la fuerza de ese lado oscuro ha matado. Concluye su meditación diciendo que continúa con su vida, consciente de cada paso que ha dado, y lamenta que su antiguo compañero no haya profundizado más en sí mismo, no sepa que alberga también algunas dosis de mal. ¿Es eso el develamiento del mal? ¿Quitar capas y vernos a nosotros mismos? ¿Qué es el sentimiento de culpa? ¿No la tiene un asesino múltiple? ¿O es que ha evolucionado o involucionado hasta tal punto que convive consigo mismo y no tiene remordimientos? ¿Llegar al fondo de uno mismo es abrirle la puerta al mal que guardamos en nuestro interior? En esta novela se nos habla de cómo los malos tratos de una madre, los abusos con su hijo, los castigos y la violencia siembran en el niño lo que luego, en la edad adulta, explotará como un tumor y manchará de pus, dolor y muerte a todo aquel que esté cerca.