Rafael Ramírez Heredia: Tirados al olvido

En el mismo libro, con relatos seleccionados por Juan Madrid, hay uno de Rafael Ramírez Heredia, titulado Al calor de campeche que aborda un tema necesario y muy próximo: la inmigración llamada clandestina. Hombres que viajan en la noche en busca de sus sueños, hacinados, inermes, hacia otros países en los que la miseria dineraria es menor: o parece que será menor. Pero ¿cuántos llegan? Un detective mejicano investiga una desaparición y va a toparse con el transporte nocturno de hombres de un lugar a otro, como ovejas, como seres inferiores a los que se lleva y se trae sin pensar que se trata de humanos, también de seres humanos. No me sorprende que no lleguen, que los transportistas los arrojen al mar en mitad de la noche: como no los consideran personas, poco tienen que reprocharse. Me pregunto qué verán en sus ojos y qué sensaciones despertará en estos transportistas la debilidad presente en cada uno de los transportados. ¿Se inflamará su ego al saberse superiores? ¿Pensarán en lo que han cobrado por el pasaje, en el beneficio neto que les reportará cumplir correctamente con su trabajo? ¿Sentirán arrepentimiento, vergüenza, dolor? ¿Se les pegará el dolor, el miedo de los que son transportados? Digo que no me extraña que les cobren y luego los tiren al mar porque es lo más fácil, lo menos arriesgado, lo más - cruelmente - beneficioso. Si los bancos tiran a sus empleados a la calle el día después de hacer públicos sus crecientes beneficios anuales, si los políticos corruptos de Marbella se creían seres superiores e intocables y se relacionaban con el vulgo como ángeles entre simples mortales, ¿por qué no van a ir estos tipos exclusivamente a lo suyo? ¿Quién no va a lo suyo? ¿A quién le importa la hierba que aplasta al avanzar? De todas formas pienso que tiene que haber otra conclusión aparte de la derrota y del deseo de venganza. Sea lo que sea, tiene que haber otra cosa. Pensar en ello ya es querer darle una solución.