Escrita por Samuel Fuller y M. Kaufman, dirigida por Terence Young e interpretada por Lee Marvin y Richard Burton. No es una película de cine negro, pero la traigo aquí porque su desarrollo y, sobre todo, su final merecen destacarse, ya que se ha evitado el maniqueísmo fácil y con total libertad se deja vivo a un personaje que en cualquier otra película moriría, más aún en estos tiempos llenos de conservadurismo. El retrato moral de una localidad en la que domina el Ku-Klux-Klan es demoledor y da para hablar mucho: el sheriff defiende a los del Klan y luego a los negros pero manipula a las víctimas, los periodistas buscan carnaza, el único negro que se defiende se convierte en un asesino que mata a distancia con un fusil con mira telescópica. La verdad no es tan fácilmente moldeable como queremos y aunque caben pocas dudas acerca de que la novela negra es de izquierdas no hay que olvidar que con buenas intenciones no se hacen buenas obras y que el retrato de un mundo contradictorio y complejo necesita propuestas que no sólo pongan a un lado a los buenos y al otro a los malos.