También el policía que protagoniza esta novela actúa por su cuenta, sin respaldo policial, guiado por su instinto y por su deseo de conocer la verdad. ¿Es que la verdad no le preocupa al poder, es que la justicia sólo puede provenir del hombre esforzado y solo? Cuando el poder establecido crea o acepta una verdad no se entretiene en cuestionarla después, no se interroga a sí mismo jamás. El poder necesita avanzar, como un tiburón, y no puede pararse porque teme que se le acumulen las dudas, que la gente empiece a cuestionarse las cosas y pueda ver que hay otras vías. Como otros policías de la televisión, del cine o de la literatura, Vincent Ruiz quiere llegar al fondo de la cuestión, está obesionado con que una niña dada por muerta aún vive y dispuesto, como Marlowe, como Archer, a bajar al inframundo para encontrarse con la cara oscura y pérfida del dolor y del daño y de la mentira y de la ocultación porque cree que su vida está parada ante un semáforo en rojo y no continuará mientras no encuentre a la niña, no sepa qué le ha ocurrido realmente. Supongo que cuando el semáforo se ponga en rojo echará a andar y volverá a encontrarle sentido a su otra vida, la rutinaria, la apagada, la horizontal, la de todos los demás.