Una novela negra tan importante como una novela de Faulkner

Me gusta encontrar libros de autores que han escrito novela negra de manera ocasional, grandes y reconocidos escritores a los que alaban todos los críticos y reconocen los premios bien remunerados y que ayudan a consolidar una carrera. Pero me gusta, ante todo, encontrar a autores que no tienen complejos, dignos sucesores de Chandler, Hammett o Macdonald, a los que se estudia en las universidades estadounidenses, a los que se les pone en los mismos estantes que a Faulkner, Hemingway, Fitzgerald, no a su altura, pero sí en el mismo estante. Si hablas con un acérrimo defensor de la ciencia ficción, de los relatos de terror, de los ambientados en el mar, te dirá que le da igual que existan esos tres escritores, te dirá que el aburrimiento no produce buena literatura, que la aventura no está reñida con el gran arte. Y tendrás que darle la razón cuando mencione a Poe, a Stevenson. Espero que la novela negra tenga cada vez más autores que apuesten por la prosa de calidad, por las historias bien estructuradas, por la creación de personajes profundos, con aristas. Llegará el día en que no tendrá que agachar nadie la mirada cuando diga que tras la novela con la que obtuvo el Premio Nacional aborda ahora la escritura de una novela negra. Llegará el día en que sin rubor el jurado dirá que el Premio Nacional lo ganó una novela negra, no que "utiliza" el género negro o "se vale de él". En las historias de piratas puede haber gran literatura. La hay. En las novelas en las que hay crímenes también puede haberla, la hay. Sólo se necesitan ojo, oídos y sensibilidad, enterrar prejuicios y amar de verdad la lectura.