"El comisario Maigret", de Jean Delannoy

Una película intensa, que a pesar de haber sido realizada hace casi 50 años creo que ha envejecido venciendo al tiempo, aliándose con él. Ya sabemos que en las películas policíacas el paso del tiempo es como un ciclón que arrasa, destroza. Conforme se producen adelantos técnicos y también en investigación policial, al revisar las películas de décadas anteriores la sensación es de derrumbamiento: nada ha quedado en pie de la obra. Pero en las películas y las novelas en que prima la indagación psicológica el desgaste es menor, incluso puede que no se produzca. Eso pasa con esta primera adaptación cinematográfica del Maigret de Simenon. Tenemos pronto al asesino y de lo que se trata es de saber por qué ha matado, qué lo ha llevado a matar a varias mujeres si aparentemente se trata de un hombre amable, incluso un poco aniñado. La labor de Maigret es ésa: conseguir que salga el asesino fuera, que el hombre/niño lo expulse y lo exponga a la luz para que comprendamos qué le impulsó a matar. La segunda parte de la película está dedicada al acoso de Maigret, sus interrogatorios una vez que sabe quién lo ha hecho y necesita encontrar las razones. Son escenas que tantas veces hemos visto después en el cine, en la televisión-el policía que utiliza los métodos a su alcance para que el acusado "cante"-,pero que en pocas ocasiones hemos visto servidas con tal intensidad, con tal pulso narrativo y humano: no hay aquí bofetadas, no hay violencia física, sino la paciencia, el convencimiento del viejo comisario que sabe que sólo es cuestión de tiempo, que cuando pulse las teclas adecuadas conseguirá que el resorte se ponga en marcha y el hombre/niño deje que se abra un resquicio por el que saldrá su oscuro habitante, el asesino de mujeres. La explicación es convincente - la sobreprotección de la madre y de la esposa - y el final, cuando una de ellas tiene que confesar que ha matado para seguir protegiendo al hombre/niño, demuestra un conocimiento del alma humana que pocos escritores, aparte de Simenon, pueden haber llegado a poseer jamás.